En julio de 2009 el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, declaró el mes de junio como el mes del orgullo lésbico, gay bisexual y transgénero. El 29 de junio de ese mismo mes Obama recibió en la Casa Blanca a los líderes de la comunidad gay, lésbica, etc., cuyas siglas de entonces tan sólo constaban de cuatro letras: LGTB. Luego fueron creciendo.

Ante ellos se declaró como loco "campeón de la causa homosexual". Como buen político les pidió tiempo para ejecutar todo su programa electoral homosexual y, como buen tipo, el inteligente Obama, un verdadero bicho venenoso, eso sí, extraordinariamente avispado, les recordó a los representantes de la comunidad gay, que los cambios no vendrían por fuerza de ley, sino, atención, "a través de una persistente campaña de persuasión a todos los niveles". 

¡Qué gran razón tenía el señor presidente! 

Camino distinto, más prosaico, pero que podría haber resultado terminante, fue el método seguido por el británico Gordon Brown, aquel escocés risueño, partidario de vencer antes que de convencer. 

El señor 'Marrón', otro de nuestros peores ciudadanos, ordenó a su ministra de Igualdad, la muy progre Harriet Harman, un proyecto de ley según el cual las autoridades religiosas de cualquier confesión, naturalmente de las cristianas, no podrían impedir que los sacerdotes se casasen, ya fuera con mujeres o con otros hombres. 

Se pretendía colocar a la Iglesia en una posición de ilegalidad permanente. En otras palabras, se acusaría a la Iglesia de desigualdad si rechazaba a mujeres y homosexuales activos como candidatos al sacerdocio. Así, por fuerza de ley y en nombre de la igualdad, se atentaba de forma directa contra el derecho a la libertad religiosa. Afortunadamente, las protestas de los obispos, tanto católicos como anglicanos, hizo que el proyecto no prosperara.

La verdad es que el venenoso Obama tenía más razón que el decadente Brown: las leyes no cambian la sociedad: es la sociedad la que cambia las leyes. Toda acción política no debe ir encaminada al Boletín Oficial del Estado (BOE) sino a cambiar la mente y, sobre todo, las almas, si lo prefieren los corazones, de cada persona. Luego los cambios legales llegan por sí solos, sin apenas contestación social.

Por cierto, dos precisiones:

1.El mes de junio, el que Obama eligió para la exaltación homosexual, y desde esas fechas se ha quedado en mes insignia del Orgullo gay, es el mes que desde el hace cinco siglos la Iglesia dedica al Sagrado Corazón de Jesús.

2.En la enumeración de sus campeonatos, Obama no sólo habla de gays y lesbianas, sino que abría la nueva frontera: el transexualismo

Es decir, que el mundo trans ya estaba en los inicios de la ofensiva gay. Y no nos engañemos, no sólo los homosexuales sino también las feministas, que ahora se escandalizan del mundo trans y se preguntan: si la mujer no existe, ¿por quién han estado luchando ellas?