Sr. Director:

El pasado 17 de enero, el diario "El País" presentaba un reportaje pormenorizado sobre la muerte de Madeleine Z., aquejada de ELA (esclerosis lateral amiotrópica). Esta mujer se suicidó en presencia de una periodista de ese diario y dos miembros de la asociación "derecho a una muerte digna". Unas semanas después, otra sorprendente noticia conmocionaba a la opinión pública: la muerte de la hermana de la princesa Letizia.

Ambas muertes, idénticas en su objetivo final, han sido tratadas de forma bien diferente por algunos medios de comunicación. Erika tenía 31 años, era famosa y podía moverse sin dificultades. Madeleine tenía 69 y debía ayudarse de las muletas o la silla de ruedas. Ambas habían tenido problemas de depresión. En la muerte de Erika, la familia pidió "respeto y prudencia" a los medios de comunicación. «El hacer público el resultado de la autopsia así como los detalles que rodearon su muerte es una decisión que tendrán que tomar los padres de la princesa de Asturias, los únicos que pueden ejercer su representación al no existir un cónyuge ni un hijo mayor de edad».

Sin embargo, nadie informó nunca al único hijo de Madeleine sobre el suicidio que planificaba su madre, nadie le pidió permiso para divulgar las circunstancias y los detalles de su muerte, ni para utilizar su imagen y su nombre para crear un estado de opinión favorable a la eutanasia. ¿A qué se debe este tratamiento tan diferente? La asociación DMD defiende la eutanasia como una "autoliberación" cuando el enfermo está con padecimientos que juzga insoportables. Y si una persona como Erika hubiera pedido a la asociación "por una muerte digna" que le ayudara a suicidarse, estos miembros, ¿qué habrían hecho? ¿Respetar su decisión y ayudarla en su "autoliberación"? ¿Acaso las personas mayores o con una enfermedad física tienen menos "derecho a vivir" que las jóvenes y sanas? ¿Quién puede juzgar si el sufrimiento físico es más insoportable que el psicológico?

Inmaculada Echevarría, que murió por decisión propia hace unos días, decía que "es peor la soledad que el dolor físico". En estado de depresión o ante problemas graves de la vida, muchas personas piensan en la muerte como único medio para aliviar su sufrimiento. ¿Habría, entonces, que ayudarlas a morir? Pienso en el hijo de Madeleine y en la pequeña hija de Erika. Ellos difícilmente encontrarán consuelo tras la muerte de una mujer, que estuviera enferma o no, era simplemente su madre.

Mª Isabel Vegas Miguel

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