Como escribía el domingo en Hispanidad Javier Paredes, "cuando la vida no tiene sentido es lógico que no se quiera transmitirla". No conozco mejor definición que esta de la sociedad moderna.

Lo cuenta Friday Fax. La Asamblea General de Naciones Unidas, por decirlo, así, el legislador de la ONU, pretende declarar, de forma explícita, el aborto como derecho humano universal. Si se pudiera añadir a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, Carta fundacional de Naciones, Unidas, de 1948, mejor que mejor. Sería, de hecho la forma de convertir un documental maravilloso en un lodazal inmundo de aguas pestilentes... que es, justamente, en lo que se está convirtiendo la humanidad del siglo XXI, y no por efecto del cambio climático sino de que el hombre se ha apartado de Cristo, primero, y ahora odia a Cristo.

Declarar el derecho al aborto supondría que todo aquel país que defendiera la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, dejaría de ser democrático: una situación que provoca mucho vértigo y unas cuentas náuseas

Volviendo a lo que nos ocupa: ¿Derecho al aborto? ¿Qué una madre mate a su hijo en su propio seno es un derecho?

Lo más llamativo: son Estados Unidos y la Unión Europea quienes lo promueven. no China, ni Rusia, ni India. Y ojo: sería un punto de no retorno, a partir del cual todo es admisible. Es el Occidente cristiano el que más odia la vida del ser más inocente y más indefenso, el concebido y no nacido. Son las democracias las que muestran una obsesión abortista más palpable. Lo que no deja de resultar curioso, dado que sin el derecho a la vida, el primero de todos los derechos, no puede haber ningún otro derecho, no puede hablarse de democracia.

Son las democracias las que muestran una obsesión abortista más palpable. Lo que no deja de resultar curioso, dado que sin el derecho a la vida, el primero de todos los derechos, no puede haber ningún otro derecho, no puede hablarse de democracia

Mírenlo así: declarar el derecho universal al aborto supondría que todo aquel país que defendiera la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, dejaría de ser democrático: una situación que provoca mucho vértigo y unas cuentas náuseas, pero de lo más real.

Es la suprema inversión de valores que en Hispanidad hemos descrito como los tiempos de la blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que no se perdonará ni en este mundo ni en el otro.

Guterres, ¡qué gran labor estás haciendo como secretario general de Naciones Unidas!