Madrid es un hervidero de rumores con una pregunta en todas las mesas de restaurantes elegantes: ¿Sánchez se va o no se va? Nadie puede aguantar tanta corrupción alrededor, aseguran, y es cierto que el presidente del Gobierno vive al borde de un ataque de nervios.
Pero olvidan quienes así piensan, quienes predicen su caída, más o menos inmediata, que Pedro Sánchez tiene adicción al estrés y aversión a la realidad. Si no fuera de natural cobarde, su diversión favorita serían los deportes de riesgo, lo que le lleva a despreciar críticas mediáticas y sentencia judiciales, bajo el curioso principio de que 'nada importa porque todo pasa'.
Y además, su adherencia al sillón presidencial no le impide estar continuamente trenzando planes de supervivencia en el cargo. Así, el presidente del Gobierno tiene un plan: espera a que el Tribunal Constitucional le de la razón en la Ley de Amnistía incluso con un fallo que anule los intentos de condenar a los líderes separatistas por malversación de dinero público, delito este no incluido en la generosísima Ley de Amnistía y, una vez aclarado este asunto, conseguir la 'paz hispánica' -forzada pero paz, como todas las paces del Sanchismo- y su prevalencia como el único estadista capaz de unir a las dos Españas. Bueno, ahora mismo a las numerosas Españas, incluida la de los proetarras de Bildu, su éxito de 'normalización' más impresionante.
Quiero decir que a los españoles ha dejado de importarles que su presidente del Gobierno se apoye, y apoye, a los herederos de los etarras.
En resumen, la viabilidad de Sánchez en Moncloa depende de Cándido Conde-Pumpido el personaje más descarado de todo el estamento político-judicial español en 40 años de democracia. Mucho más útil don Cándido que don Álvaro García Ortiz, el fiscal general del Estado a quien se trata de mantener, no por su utilidad, sino porque su caída pondría en un brete al número 1. Y eso, claro, no puede ser. Pero el hombre útil no es Ortiz, sino Pumpido.
Y cuando la ley de Amnistía sea un hecho y Puigdemont pueda pasear sin peligro por la Diagonal, Sánchez convocará elecciones anticipadas. Ojo, no para ganar, sino para repetir el escenario de julio de 2023: aliarse con todos los orcos de Mordor y ser reinvestido presidente.
Prueba de fuego, sin duda, porque incluso hasta el Rey Felipe VI podría reaccionar contra este nuevo trágala (la verdad, lo deseo, pero confío poco en ello) y porque ni un país lobotomizado por las teles pública y privada, ni una oposición castrada, parecen capacitados para impedirlo, para plantarse y hacer frente a este cáncer de España llamado Pedro Sánchez.
En cualquier caso, este es el plan de Sánchez para permanecer en el poder y para darle la vuelta a unas encuestas que no le son muy favorables. Porque el pueblo está recibiendo mensajes que llevan a concluir que Sánchez es invencible.
Ahora bien, la realidad y el olfato contradicen ese poderío. Veremos.