¿Quién me librara de ese cura?
Gritó un rey inglés exasperado;
y cuatro leales Barones, salieron
dispuestos a complacer a su rey;
y muerte dieron al arzobispo,
que antes, su amigo había sido.
 
Tiempos de lealtad mal entendida.
Aunque la deslealtad llevaba
la muerte en ella implícita;
cuando alcanzar poder, se juraba
lealtad al rey, que se lo daba,
a aquel que algún mérito tenía.
 
Hoy la lealtad no tiene estima;
ahora, se promete, no se jura,
y desde el poder se confabulan,
para derribar del trono al rey,
que les dio el poder que mal usan,
y a los desleales les indulta.
 
Tiempos de lealtad en la basura.
Que da igual, si se promete o se jura;
la deslealtad no lleva, ya, la muerte implícita,
ni siquiera la mazmorra de por vida,
que se puede seguir conspirando,
y pedir explicaciones: ¿Por qué me espían?