Si usted quiere saber qué es lo que realmente ocurrió el jueves en el Parlamento Europeo con la norma polaca de educación sexual no lean los medios del sistema, ni los progres de izquierda ni los progres de derechas. Lean este blog y se enterarán de lo que ocurre.

Veamos: el Gobierno polaco quiere acabar con la normativa de educación forzosa de género en las escuelas donde intervino un tal Donald Tusk, que pretendía lo que pretende el Nuevo Orden Mundial en todo Europa: pervertir a los críos enseñándoles sexo e ideología de género, sobre todo con los tres mantras de la progresía: masturbación, relaciones sexuales tempranas y que elijan sexo. O sea, separar sexo de amor y de procreación. Es decir, sexo-fornicio frente a sexo-amor, para entendernos.

Pues bien, si ustedes leen las agencias y los diarios más importantes traducirán esa perversión de la infancia en esto: los ultraconservadores polacos (ganadores de las elecciones) que además son ultracatólicos (porque todos los católicos son unos ultras) pretenden “criminalizar” la educación sexual en el colegio. Desde luego, pervertir a los niños es un verdadero crimen, pero tiene narices que alguien que pretende evitarlo sea calificado de ultra, insisto. El mundo al revés o, si se prefiere, la blasfemia contra el Espíritu y contra el sentido Común: llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno.

Y luego está lo de la intromisión del Parlamento europeo en una norma de un parlamento soberano y democráticamente elegido.

Al fondo, pues lo de siempre, los países europeos, también España, han abjurado de sus principios cristianos. Polonia y Hungría resisten: así que son ultras. 

Y luego quieren que seamos europeístas.