• Quien crea un ejército o crea una moneda no pretende luchar por la persona frente al Estado (frente al poder).
  • Lo que está haciendo es crear un Estado paralelo: el suyo.
  • En otras palabras es un mercenario o un falsificador.
  • Una moneda paralela tampoco es un trueque.
  • El trueque no atenta contra la soberanía monetaria sino contra el Fisco.
Leo en mi querida La Nueva España de Oviedo, una noticia titulada "Otra moneda es posible en Asturias…". En ella me cuentan que ya hay zonas donde han creado monedas de ilustre nombre tales como el santiaguín. Se nos presenta como una medida tremendamente progre, en pro de los más débiles, y que, como tal, tiene por avanzadilla ejemplar a la "Colau", moneda de curso ilegal que amenaza con estrenarse en Barcelona en 2017. Sí, otra moneda es posible, pero no deseable. Ni en Asturias, ni en Cataluña, ni en ningún otro sitio. Y no porque le parezca mal al Banco de España sino porque se trata de una medida para déspotas impúberes aspirantes a tiranos adultos. De entrada, conviene recordar que en la Edad Media, gente sabia, la emisión de moneda podía ser castigada con la pena de muerte. Esos chicos sabían lo que hacían, ya lo creo que sí. Veamos: los dos poderes más importantes que el individuo delega en el Estado son el militar y el monetario. Es decir, la fuerza bruta y la emisión de moneda. Quien crea un ejército o crea una moneda no pretende luchar por la persona frente al Estado (frente al poder), lo que está haciendo es crear un Estado paralelo: el suyo. En otras palabras, es un mercenario o un falsificador. Una moneda paralela tampoco es un trueque. El trueque no atenta contra la soberanía monetaria sino contra el Fisco. Pero, en cualquier caso, no crea ningún poder. Y sí, es cierto que el océano de liquidez que hemos creado constituye un claro atentado contra los individuos que producen bienes y servicios (es decir, algo útil para los demás) dado que devalúan la economía mundial. Y sí, es cierto que los bancos centrales, es decir, el poder monetario global, está abusando de la soberanía monetaria. Desde la desaparición del patrón oro los poderosos han utilizado la producción de moneda contra el individuo. Todo eso es cierto, pero sustituir a Mario Draghi por Ada Colau me parece cambiar a un tirano listo por un tirano tonto. Y, sobre todo, a un tirano más o menos controlado por una tirana incontrolada y centrifuga. Me quedo con el euro. Más vale lo bueno conocido. Las monedas populares pueden resultar antipersonales. Eulogio López eulogio@hispanidad.com