- En occidente hay mucho racismo porque no me dejan vivir por la cara.
- No comprendemos la cultura musulmana.
- Y si la conocemos, nos negamos a admitir que su cultura es superior y que su fe es la verdadera: no somos tolerantes.
- El problema del Islam es que no se puede llamar padre a Dios.
- Y sin paternidad no hay fraternidad.
- Lo que hay es mucha cara… caradura islámica.
Me ocurrió en Barna.
Se me acerca un hombre joven y me pide la hora. Es una excusa, porque a continuación me dice:
-¿Le molesta que le hable alguien de otra cultura?
-No, respondo, más que nada porque no suelo adivinar la 'cultura' del personal cuando me pregunta la hora.
- ¿Eres racista?
-Le respondo que los cristianos consideramos a todos hijos de Dios.
Y ahí se planta. No, somos hijos de nuestros padres, pero lo somos por voluntad de Dios.
Una chorrada islámica de grandes proporciones pero que ilustra la tragedia del Islam: para el mahometano llamar padre a Dios es una blasfemia. Dios, creo, es todopoderoso pero
ni redime ni ama al hombre. Se encuentra tan lejos de él como el Gran Relojero de los deístas ilustrados.
Y claro, el problema del Islam es que
si no hay paternidad no hay fraternidad. Sin padres no hay hermanos.
Pero
la miseria es muy soberbia, así nuestro hombre, que me explica que procede de Argelia, es, como buen islámico, aquel que está
dispuesto a aceptar cualquier otra cultura, por ejemplo la cristiana, siempre que el cristiano reconozca que su credo es falso, el musulmán verdadero y que, en pocas palabras, su cultura es superior a la nuestra.
Y ahí llega el problema: como hay occidentales, incluso españoles, incluso en Barcelona, que a priori no aceptan su inferioridad, está claro que no somos tolerantes… a fuer de racistas, como creo haber dicho antes.
A partir de ahí, y tras asegurarse de que no soy de Barcelona, pasando de lo general a lo particular,
nuestro luchador contra la xenofobia imperante comienza a explicarme que ha percibido mucho racismo en la ciudad condal. Como prueba fehaciente, me asegura que ha tenido que dormir dos noches en el aeropuerto y que ha llegado a pasar hambre.
Lo que demuestra que los occidentales somos unos racistas porque no permitimos que cualquiera que aparezca por estos lares viva de gorra el tiempo que estime conveniente. Lo dicho:
pura xenofobia.
Y cuando ya buscaba la huida hacia los
grandes espacios abiertos, viene la conclusión de todo el petate. Que necesitaba dinero para llamar a su familia a Argelia para que le enviara toneladas de euros.
Naturalmente no iba ser yo quien se quedara atrás
en la lucha contra el racismo pero en cuanto me sacó los cinco euros se acabó, como por ensalmo, el diálogo entre culturas.
Y si le hubiera dado 10 a lo mejor me admitían en la comunidad islámica, una cultura
necesariamente superior a la cristiana.
Para mí que lo que hay es mucha jeta. O sea, la famosa jeta islámica.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com