- Un activista no hace el bien: en el mejor de los casos evita el mal.
- En el segmento Colau, el bien lo hace Cáritas, proporcionando un techo a quien lo necesita.
- Ada Colau sólo evitaba el desahucio, a costa de provocar violencia y sin respetar la propiedad ajena.
- Claro que ahora estamos en otra historia: ya es alcaldesa y aspira a ser presidenta del Gobierno.
Lo más parecido a un balón que ha visto
Ada Colau (
en la imagen) es una onza de chocolate. A la alcaldesa de Barcelona y activista por los derechos civiles -ahora ya por ese orden-
el fútbol le trae sin cuidado pero cuando un juez -¡Dios nos libre de los jueces!- permitió la estelada independentista, el tontorrón de
Puigdemont y ella misma, que de tonta no tiene un pelo, acudieron al festejo. Colau preguntaba al amigo Puigdemont si el Barça ganaba la copa pero lo que importaba era eso:
ser el centro de atención. Halagar su inconmensurable vanidad. Y, sobre todo, molestar.
La copa del Rey de fútbol le importaba un pimiento, pero si se podía ofender exhibiendo la estelada al mayor número de españoles y en la mismísima Madrid, doña Ada no se lo iba a perder.
Alcaldesa y activista. A ver si nos entendemos: una activista se distingue de un hombre de bien, en que éste trata de construir, de hacer el bien, mientras el activista se conforma con evitar el mal.
El bien lo hace
Cáritas cuando ofrece una vivienda a quien no tiene techo.
Ada Colau se hizo famosa, y bastante rica, a costa de quitarle las viviendas a sus legítimos propietarios.
En el mejor de los casos,
Colau impedía un desahucio y lo hacía por medios violentos, a la fuerza. Sí, violencia pasiva… que suele convertirse en violencia activa en décimas de segundo. Pero jamás proporcionó una vivienda a nadie.
Y mucho menos con sus propios medios.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com