Una vez obtenido el Sáhara, Mohamed VI, uno de nuestros peores ciudadanos, aspira a hacerse con Ceuta y Melilla. Como siempre, desde hace muchísimos años, Rabat utiliza la misma fórmula que los musulmanes han empleado desde los mercados de esclavos de Argel: utilizar al negro como esclavo, como objetivo, para acosar al blanco. 

En las fronteras de Ceuta y Melilla, la policía de Mohamed VI amontona a desheredados que han atravesado el Sáhara desde el África Negra y de vez en cuando les azuza para pasar las fronteras. Lo intentan mucho, porque nadie huye desde el continente africano para quedarse a vivir entre la miseria marroquí.

Hoy como ayer. A pesar de entregarle el Sáhara, Mohamed ya prepara sus balas humanas, una ominosa utilización de la raza negra, a la que siempre ha despreciado para arrojarla contra los españoles. 

Si Pedro Sánchez creía que con la ignominiosa entrega del Sáhara, otra de sus cobardías, se acababa el juego, es que es más ingenuo de lo que creíamos.

Mientras, en Ceuta y Melilla se han convertido en el reducto del patriotismo español y conocen a su enemigo... pero se sienten abandonados por sus amigos. En las dos plazas africanas plantean al peninsular la misma idea: el problema no es el negro, es el moro. En efecto, los jóvenes negros sólo buscan un lugar donde vivir, el moro, especialmente el menor, al que no se puede expulsar, es el que causa problemas en Ceuta y Melilla... y en buena parte del país.