P. Tiburcio Arnáiz, beatificado por el Papa Francisco
María Isabel González del Valle, una asturiana singular, fundadora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales y mano derecha del P. Jesuita P. Tiburcio Arnáiz, beatificado por el Papa Francisco en una ceremonia muy solemne celebrada en la catedral de Málaga y presidida por cardenal Becciu, Prefecto de la Congragación para las causas de beatificación y canonización María Isabel G. del Valle nació en Oviedo el 2 de junio de 1898. Hija de una familia respetada y de profunda religiosidad católica, recibió una formación esmerada en el Colegio de Las Salesas. Según una descripción de su hermano: “Era agradecida y sobre todo muy expresiva. Llamaba la atención de todas las personas que la trataban por su viveza y conversación. Tenía mucha ascendencia entre las compañeras. Caprichosa y cariñosa. Alegre y de gran corazón muy querida de sus amistades y apasionada de sus amigos. Amiga de viajar y salir y entrar”. La muerte de su madre fue para ella una experiencia dolorosa. Como confesó después en la intimidad, se consagró a la Virgen María, que fuera ella como su Madre. Durante años vivió en Madrid en donde debido a su éxito social fue pretendida por jóvenes acomodados. Su vida experimentó un profundo cambio durante unos Ejercicios Espirituales, predicados por el P. Castro S. J., quien ejerció en ella una gran influencia. Según cuenta ella misma su vida experimentó una profunda transformación espiritual: “a mí lo que me pasa es que estoy enamorada del Señor” quien la impulsaba a ir con la casina a cuestas dando a conocer a todos el Padre que tenemos.
El encuentro en enero de 1921 con el P. Tiburcio Arnaiz SI, daría a su vida un giro radical con entrega total al servició de los más pobres y marginados de la sociedad malagueña de aquella época. Se entregó a la promoción de los más marginados y descartados de la Sierra de Gibralgalia, con la oposición de los conservadores y bien pensantes. Allí María Isabel con otras compañeras se trasladaron a vivir en una choza y a convivir entre serranos pobres y analfabetos, carentes de la más mínima formación religiosa. Allí establecieron la primera Doctrina, lo que sería el núcleo de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, congregación por ella fundada siguiendo el espíritu y las pautas del P. Tiburcio Arnáiz, cuya muerte el 18 de julio de 1926, le supuso una dura prueba, pues quedaba como máxima responsable de la obra iniciado por el nuevo beato. Sufriendo fuertes pruebas e incomprensiones se consagró totalmente a la implantación de las Doctrinas. Eran los duros tiempos de la Segunda República, con todo lo que supuso de persecución contra la Iglesia católica. Superando temores y miedos viajó a Roma en donde gracias al Cardenal Segura allí desterrado, y al jesuita P. Segarra vio consolidada la obra apostólica por la que tanto había luchado y sufrido Misioneras de las Doctrinas Rurales, el 25 de marzo de 1933. Los últimos años de su vida soportó una enferma muy dolorosa que la tenía postrada en cama casi continuamente. El 6 de junio de 1937 muere esta gran asturiana en Jerez de la Frontera, en un sepulcro prestado y con una limosna que les llegó providencialmente, con la que se pudieron costear los gastos del funeral. Se habían cumplido sus deseos manifestados en la niñez: “no seré nunca rica”. En 1954 sus restos se trasladaron a Málaga a la iglesia de la Sierra de Gibralgalia. Una gran asturiana de proyección social y universal, muy poco conocida, pero que con el nuevo beato P. Tiburcio Arnáiz, goza en el Cielo de la consagración de su obra misionera las Doctrinas.