Sr. Director:
Si ahondamos en las propias causas por las que España ocupa la primera posición en el ranking de maternidad tardía, que se recogen en el Informe de Eurostat, nos encontramos con cuestiones de profundo calado antropológico y ético, que van más allá de los análisis económicos, a todas luces insuficientes. Un buen número de mujeres reconoce que lo de ser madre no entra en sus planes o que se consideran demasiado jóvenes para tener hijos. Al mismo tiempo, España es uno de los países con mayor número de clínicas de fertilidad, un negocio que se abre hueco de mercado cada vez mayor. Y es un país en el que la dramática cifra del aborto ronda los 100.000 anuales.
No es una cuestión que solo haga sonar las alarmas en la caja de las pensiones, por importante que esto sea. Una sociedad envejecida, que no tiene hijos o que los tiene cada vez más tarde, y en la que no se reconoce, protege e incentiva a la familia como institución básica, es una sociedad sin futuro. Se trata, por lo tanto, de una cuestión compleja, ante la que no caben soluciones simples y que necesita ser abordada, de manera integral, alejada de sectarismos ideológicos, y con proyectos a medio y largo plazo, capaces de apostar sin complejos por una imprescindible y urgente cultura de la vida.