Sr. Director:
Entre las personas que se concentraron ante el Congreso de los Diputados a raíz de la proposición de ley sobre la eutanasia, los informativos nos mostraron a un señor muy enfadado increpando despectivamente a quienes se oponían a la ley llamándoles «¡trogloditas!». Incoherencia máxima, porque no es difícil inferir que en prehistóricos tiempos cavernarios, lo común entre los bárbaros trogloditas fuera precisamente darle matarile al viejo y al enfermo grave, para librarse de la pesada carga que ambos supondrían para la tribu. Un avance fundamental en la evolución de las primitivas sociedades hacia estados de superior convivencia, lo marcaría una progresiva dedicación humanitaria con los más débiles y vulnerables del grupo; así como una creciente protección legal de toda vida humana por encima de sus mermas y limitaciones. Y también, un firme rechazo del suicida, penalizando la conducta de la inducción y el auxilio al suicidio. Pero hoy el suicidio crece tanto (un dato que se silencia y oculta como el mayor tabú que perdura entre nosotros) que ya es la primera causa externa de muerte entre los hombres españoles y la tercera entre las mujeres. Por eso resulta un cruel sarcasmo pretender convertir a los médicos en cualificados administradores de la muerte: justo lo contrario para lo que se prepararon durante largos años de estudios y prácticas.