Sr. Director:

No me gusta hacer comparaciones, porque las circunstancias de una u otra situación son diferentes. Pero hay momentos en los que no cabe mas remedio que hacerlas. Y me refiero en concreto a la formación escolar. Mi bagaje educativo se redujo a unos cursos en la graduada y luego a una Formación Profesional. Para poder recibir cada año una beca del Ministerio de Educación existían unos requisitos que cumplir: sacar adelante todas las asignaturas en junio y con una calificación mínima de notable. Además de tener que superar dos reválidas. No éramos niños prodigios, pero el hecho evidente, en mi caso particular, es que antes de cumplir los dieciocho años ya estaba trabajando en una empresa. Otros continuaron estudiando o trabajando y estudiando y se titularon como ingenieros, etc. Y todo esto lo considerábamos como algo normal. Ese bagaje educativo que recibimos nos permitió bandearnos en variados campos profesionales: talleres, estudios de delineantes, profesores, etc., además de poseer una base cultural defendible

¿Qué ocurría antes y qué ocurre ahora? Antes había que estudiar duramente y diariamente. Ahora no se les puede exigir a jóvenes casi veinteañeros un mínimo de esfuerzo porque entonces tendrían que privarse de sus macrofiestas, botellones y otras diversiones vergonzosas. Sí, es así, los viejos cascarrabias no comprendemos a la juventud: ¡¡¡POBRES CHICOS LOS DE AHORA!!!