Francisco afirmó en uno de sus últimos discursos, que todos debemos la vida y tantas otras cosas a nuestras madres, si bien éstas no siempre son escuchadas ni ayudadas en la vida cotidiana, es más –dijo– a menudo son explotadas a causa de su disponibilidad.
E incluso la comunidad cristiana no siempre las valora convenientemente, a pesar del eximio ejemplo de la Madre de Jesús.
Por otra parte, destacó también que algunas veces, las mujeres se han rebelado contra su papel de madre, privándose así de esa gran riqueza de ser mujeres y de la vida familiar. Pero sin embargo –afirmó– las madres, en el amor incondicional y oblativo por sus hijos, son el antídoto contra el individualismo, las grandes enemigas de la guerra, lo que el Arzobispo Óscar Romero definió como "martirio materno": una entrega total, en el silencio y la oración, en el cumplimiento de su deber.
También destacó que en los momentos difíciles encontramos en las madres la ternura, la dedicación y la fuerza moral, porque son ellas las que dan los primeros rudimentos de la fe; sin ellas –concluyó– no sólo se perderían fieles sino buena parte del calor más profundo de la propia fe.
Valentín Abelenda Carrillo