Sr. Director:
En tiempos, no tan lejanos, creíamos en cosas muy simples. Como que respecto a los delincuentes, lo primordial era que tenían que cumplir sus penas según la gravedad de sus delitos y el daño infligido a sus víctimas. O que podíamos exigir a los inmigrantes los mismos papeles que les exigían a nuestros trabajadores en el extranjero; y que en el extraño caso de que apareciesen por nuestro suelo menores de edad «sin familia», lo correcto era devolverlos a su país y a sus padres, para que los criasen y educasen ellos. Tiempos en que, si un cónyuge o ex cónyuge denunciaba al otro por maltrato, había que probarlo, sin presuponer que todo hombre maltrataba a la mujer. Tiempos en que, a quienes les gustaban los toros y la caza, podían ir libremente a los toros y a cazar, sin que por eso les llamasen asesinos; pero matar a los hijos antes de nacer no era ningún derecho, sino una cosa horrible. Tiempos en que resultaba indiferente lo que hiciera cada cual con su sexualidad, siempre que no hubiera que aplaudirles ni mostrarles como ejemplo en las escuelas. Tiempos en que daba igual en qué región habías nacido, porque nos unía ser españoles por encima de cualquier diversidad. Sin embargo, hoy, quienes defiendan estas cosas corren el riesgo de ser tachados de peligrosos populistas. Curioso.