Sr. Director:

Resulta bochornoso el tratamiento que hace la prensa en general de las manifestaciones, como resulta igualmente bochornoso el tratamiento de las razones que las motivan. En ambos casos negando la mayor, y sustrayendo el verdadero debate, la posibilidad de que exista, y derivando esas motivaciones a las intenciones oscuras de grupos de extrema derecha y ultranacionalistas, a tenor de los alborotos causados ​​por un pequeño grupo de infiltrados.

Lo que resulta bochornoso es el tratamiento monocorde y oficialista de la prensa al respecto de la manifestación y la ausencia de tratamiento de las verdaderas causas, es decir, de las patologías de nuestro sistema democrático, de la enfermedad, de la que el establecimiento de una amnistía ad hoc, y un tanto sui generis, no es nada más que uno de sus síntomas. Siendo otro de ellos precisamente la aquiescencia y el silencio de los medios (nutridos económicamente por el Estado en su mayor parte, directa o indirectamente), a pesar de las voces autorizadas que están poniendo la voz de alarma, como la del CGPJ, desde el argumento compartido –ese silencio– de que no existe un derecho formal para establecerla, como si la formalidad de los hechos importara más que la realidad, como si la anticipación a esa realidad (arreglo a nuestra memoria de hechos pasados), en virtud de la simple responsabilidad y el conocimiento, no tuviera cabida.

En efecto existe una memoria que nos hace reconocer hacia dónde va esto, alarmarnos y anticiparnos. Existe un ecosistema que lo propicia, una enfermedad o deterioro político subyacente. Y existe una preocupación que no sólo atiende a este hecho sino a otros pasados ​​y otros que están en marcha oa las puertas, y que no deriva de un perfil ideológico sino de algo más nuclear que, evidentemente, sólo las personas atentas y sin servidumbres emocionales, sociales o intelectuales (libres para pensar), somos capaces de ver o de englobar en una idea de mayor rango.