Sr. Director:
Nos estamos acostumbrando a vivir en dos mundos contrapuestos pero interrelacionados, porque la ruptura de barreras espaciales aproximan la realidad física a la apariencia de la realidad.
La amistad, por ejemplo, solo se iniciaba entre dos personas que como consecuencia de un primer contacto casual por motivos de trabajo, estudio o de simple diversión, establecían una corriente de simpatía y atracción mutua que solía desembocar en un mayor o menor grado de relación personal afectiva.
El mundo de internet, sin embargo, ha acercado a los seres humanos hasta extremos insospechados. Se llaman amigos a quienes, como en la red de Facebook, se solicitan amistad “virtual” y se conocen por los datos y fotografías que se intercambian en sus respectivos perfiles. El problema surge cuando abusando de esa virtualidad la apariencia deviene en falsedad y el “amigo” se convierte en un enemigo capaz de destruir la honra, la dignidad o el prestigio de una persona.
La extremada violencia doméstica que hoy sufre nuestra sociedad, por ejemplo, encuentra un terreno abonado en los encuentros virtuales de las redes. Hoy, muchas de las relaciones entre parejas, se inician desde su primer contacto a través de Instagram, Facebook o Wasaps.
Unas fotos más o menos recientes, una frases de corta y pega y una simple “sensación” de empatía son suficientes para iniciar una amistad virtual que puede culminar en un encuentro físico que, o bien podría desembocar en un conocimiento mutuo de la personalidad, gustos y aficiones de cada uno –que no suele ser lo habitual- o en una rápida intimidad sexo/afectiva, que comporta los riesgos propios de quien hace entrega de su yo a alguien desconocido en la vida real.
También hoy, combatimos la soledad con las múltiples conexiones que ofrece Internet, haciéndolo a veces desde una adicción desorbitada a los Smartphone o a las redes sociales, que incluso puede llegar a producir daños psicológicos, como si del consumo de una droga se tratara.
Lo importante es darse cuenta que desconectar de la tecnología en ocasiones, nos permite disfrutar de aquellos momentos de soledad en los que aprendemos a concentrarnos, pensar y conocernos a nosotros mismos. Esa es la única forma de que los poderosos aparatos tecnológicos transmitan con fidelidad lo que realmente somos y no lo que parecemos ser.
Pero el mundo digital tiene también aspectos muy positivos. Uno de ellos es la enorme posibilidad que ofrecen los reencuentros entre buenos amigos perdidos en el tiempo o el de encontrar en ese mundo, un campo abonado para sembrar las semillas de una auténtica amistad real: “Entre otras cosas, significa sembrar de amistad el mundo digital, superando así el riesgo de la despersonalización”, afirma Mons. Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei en una interesante entrevista. Pues “las relaciones auténticas comienzan cuando se ven personas concretas en el centro de toda interacción, aunque a menudo, en las conversaciones digitales, no se las tenga delante”, termina diciendo.
Uno de los importantes efectos positivos de la pandemia que venimos sufriendo desde hace ya más de un año, es el gran protagonismo que están teniendo las relaciones digitales que a través de plataformas o videoconferencias, facilitan encuentros personales, conferencias, tertulias o reuniones profesionales, que permiten hablar, dialogar o debatir a miles de kilómetros de distancia entre personas conocidas o desconocidas.
Personalizar estas oportunidades de contactos digitales, es la magia que ofrece este mundo nuevo de la digitalización. Tus experiencias personales, tus conocimientos o tu propia percepción de la realidad a través de tu libertad de pensamiento, de expresión o de creencias religiosas pueden ser muy útiles para quien detrás de una pantalla tiene la oportunidad de verte y escucharte, llegando incluso a poder crear lazos de amistad
Pero para que la amistad real o virtual se consolide solo existe una regla de oro, que es confiar y respetar a la persona con la que entablas una relación. Hay que protegerse de quienes pretenden invadir tu intimidad física o intelectual sin haber dado una señal de confianza y respeto a tu libertad.
“Podemos tener muchas conexiones a nuestro alrededor, pero si no son significativas, si no se basan en la intimidad emocional y la confianza, si no son recíprocas, entonces no van a servirnos de nada” (Caroline Anderson, escritora y novelista.