Sr. Director:
Francia conmemora, que no celebra, el bicentenario de la muerte de Napoleón, acusado de favorecer la esclavitud. La manía de someter a las figuras de la historia al marco de valores contemporáneo no ha respetado siquiera al gran general corso, a quien Hegel calificó como “la encarnación del espíritu absoluto”. Su legado sigue vivo en los modernos estados burocráticos, con sus servidores públicos anónimos elegidos según principios meritocráticos. Pero, cabe recordar que, con Napoleón se propagó también la cara oscura de la Revolución, el Terror jacobino. Es el patrón que se ha seguido repitiendo sistemáticamente hasta hoy con las grandes ideologías, presentadas como conquistas de la razón para acabar en manos de caudillos arbitrarios. Llámense gulag, Lager o Gran Salto Adelante, “el sueño de la razón produce monstruos”, como supo captar Francisco de Goya. Por eso, en el legado de Napoleón, tan importante como el Código Civil o la modernización de la Administración son las reacciones que produjo en contra, la del tradicionalismo y la de un empirismo que se apropió de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad.