Inefable Patxi López. Verán, resulta que el Gobierno Sánchez anda acuciado por cerrar la herida abierta entre las feministas que aceptan la salvajada de la transexualidad y las que piensan que si la mujer no existe, ¿por quién puñetas han estado gritando ellas? 

En esas surge la abolición de la prostitución y como la progresía, por ejemplo el bueno de Patxi, tiene prohibido pronunciar las palabras primeras -vender tu propio cuerpo supone la degradación de tu persona- acuden a la semántica, disciplina conceptual de lo más profunda. Recuerden que la tontuna feminista es muy importante para llenar de contenido las mentiras sanchistas: llevan cinco años con personajes como Irene Montero, que tienen entretenida al 50% de la población mientras ellos detentan el poder.

Pero a lo que estamos Fernanda: el PSOE ha presentado otra iniciativa parlamentaria para hacer... más de lo mismo. Es decir, para condenar al proxeneta, que está condenado desde los tiempo de Viriato- y para solidarizarse con la pobre prostituta utilizada.

Este es el eterno problema del Sanchismo,  que constituye, antes que cualquier otra cosa, una gran mentira. En el presente caso, la mentira consiste en negar la obviedad: existen muchas mujeres que se dedican a la prostitución porque les da la realísima gana. Un medio fácil, es un decir, de ganarse la vida. Mujeres que no están explotadas por nadie salvo por su propia conciencia.

La mentira siempre acaba en injusticia. Porque el PSOE se ha apuntado a la moda europea de condonar a la prostituta y condenar al cliente. Pues no, tan culpable de la existencia de la prostitución es el uno como la otra. Incluso podríamos decir que la coima es mucho más culpable que el rijoso, por cuanto si se trata de abolir la prostitución, como dice el insigne Patxi, para conjurar el movimiento puteril 'Stop Abolición', más relevante resulta la una que el otro, lo mismo que si se tratara de abolir la ingesta de alcohol -¡Dios no lo permita!-: más eficaz sería prohibir las bodegas y los bares que sancionar a los bebedores. 

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En el entretanto, el pobre Patxi se entretiene con forzamientos -con perdón, del lenguaje- como ese de que abolir no es prohibir. Patxi, ¡Demóstenes!, ¡Crisóstomo!, que todavía no eres académico de la RAE porque el mundo es injusto.