Esconde el PSOE entre sus vísceras —porque no puede ocultarlo en un alma que no tiene, como partido materialista que es— un modo… digamos poético para intimidar a sus víctimas. Cuando los socialistas proyectaron su golpe de Estado contra la Segunda República de 1934, y a sabiendas de que tenía un coste de sangre, porque eran bien conscientes de que iban a liquidar a unos cuentos españoles, surgió el poeta que tenían escondido en su órgano oficial, El Socialista, diario qu tituló el editorial de la edición del 3 de enero de 1934 con estas palabras: "¡Atención al disco rojo!". Consigna que se repitió machaconamente de enero a octubre de ese año, cuando se desató el terror rojo en Asturias.

Y si por la rudeza de los pistoleros del PSOE, algunos entendían que el lema se refería a una cuestión del tráfico rodado, el mismo periódico colocaba encima del poético título un subtítulo con un tipo de letra menor, que daba una pista más clara con esta consigna preñada de odio: “No puede haber concordia”.

El golpe de Estado socialista de 1934 fracasó en toda España salvo en Cataluña, que declaró su independencia, y en Asturias, donde tuvieron lugar las mayores salvajadas

Y, por fin, para que no hubiese ninguna duda de sus pretensiones, el editorial de El Socialista, de ese mismo día, acababa con este párrafo: “¿Concordia? No ¡Guerra de clases! Odio a muerte a la burguesía criminal. ¿Concordia? Sí, pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!”.

Cuando la izquierda perdió las elecciones del mes de noviembre de 1933, los socialistas decidieron liquidar la Segunda República mediante un golpe de Estado, para lo que se concertaron con los comunistas y los anarquistas. El golpe de Estado fracasó en toda España apenas iniciado, excepto en Cataluña, que declaró su independencia, y en el norte de España, especialmente en Asturias, donde los golpistas triunfaron durante dos semanas.

Estos acontecimientos del golpe de Estado de 1934 son los que se han falseado con el nombre de “Revolución de Asturias”, dando a entender que aquello fue una noble gesta de los socialistas para liberar a los menesterosos de sus opresores. Pero la verdad es que era un golpe en todo el país, empezando por Madrid. Los primeros tiros se dispararon en la capital de España y contra la casa de Julián Besteiro, que había manifestado su oposición a la intentona.

En Asturias, antes de asesinar se torturaba a la víctima, con delicados detalles como el de cortarles la nariz

En honor de la verdad, hay que decir que no todos los socialistas de entonces participaron en el golpe de 1934, e incluso alguno, como Besteiro, se mostró contrario a la radicalización de los dirigentes del PSOE que controlaban el partido. Ese fue el caso de Andrés Saborit, amigo del fundador del partido, Pablo Iglesias, y dirigente histórico de la UGT, que en una entrevista, declaró “que ni siquiera la disciplina del Partido Socialista me podría obligar a alzar el puño a guisa de saludo” y además Saborit protestó contra el uso de semejante saludo, que se había impuesto en los campamentos infantiles de verano de la UGT.

Bien distinto fue el caso de Francisco Largo Caballero, a quien todavía, durante los primeros meses de 1933, la propaganda comunista calificaba de “social-fascista”. Pero cuando se hizo con el control del PSOE y aceptó las propuestas de Moscú para que los comunistas se aliaran con los partidos de izquierda y formar un Frente Popular, cesaron los insultos de los comunistas contra Largo Caballero. En la Escuela Socialista de Verano, celebrada en Torrelodones en 1933, se le comenzó a llamar a Caballero “El Lenin Español”, y no es ninguna casualidad que, desde entonces, la maquinaria propagandística de Moscú, para alagarle, se refiriese siempre a él con este alias, del que tanto él como los suyos se sentían tan orgullosos.

El 4 de octubre de 1934 se constituyó un nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux, en el que el jefe del ejecutivo dio entrada como ministros a tres miembros de la CEDA, que era la minoría más numerosa e importante dentro de los vencedores de las elecciones. Y esa fue la señal para que, al día siguiente, se declarara una huelga general en toda España, que no era otra cosa que el principio del proyectado golpe de Estado de los socialistas.

Nada sucedió que no se hubiera previsto. Así lo afirma Amaro del Rosal (1904-1991) en su libro 1934: El movimiento revolucionario de octubre. Amaro del Rosal, en octubre de 1934, era miembro de la Comisión Ejecutiva de la UGT, junto con Francisco Largo Caballero y esto es lo que dice: “En el trabajo organizativo se llevaba más de ocho meses cuando estalló el movimiento. En los cuadros de organización estaban involucrados cientos de elementos pertenecientes a la UGT, al PSOE y a las Juventudes Socialistas, cada uno de ellos responsabilizado en misiones específicas y concretas. El conocimiento del plan general en todos sus detalles perfectamente estructurados, estaba en manos de Largo Caballero, clave por clave, nombre por nombre, objetivo por objetivo”.

En Asturias y en tan solo quince días los golpistas del PSOE y sus cómplices asesinaron a más de mil personas, entre ellos 33 eclesiásticos: tres canónigos, siete párrocos, un carmelita, dos jesuitas, tres paules, tres pasionistas, ocho hermanos de las Escuelas Cristianas y seis seminaristas.

El 7 de octubre de 1934 fueron martirizados y asesinados los dos jesuitas, el padre Emilio Martínez y el hermano Arconada. Viajaban los dos desde Carrión a Gijón, cuando los socialistas detuvieron el tren en Ujo, cerca de Mieres. Los apresaron y los llevaron a la Casa del Pueblo de Santullano, donde fueron torturados. Al padre Emilio Martínez le cercenaron la nariz con un cuchillo. En un simulacro de juicio, los condenaron a muerte por ser religiosos y les condujeron en una camioneta a la bocamina “La Coca”, cerca de Mieres, donde les mandaron bajar y los llevaron a la cuneta. Cuando los socialistas apuntaron sus armas para asesinarles, los dos se abrazaron, gritaron "¡Viva Cristo Rey!" y, cuando cayeron en medio de un charco de sangre, sus verdugos se apresuraron contra los moribundos y los remataron a culatazos, hasta hundirles el cráneo.

A los muertos hay que sumar los heridos, en una cifra superior a los dos mil

A los muertos hay que sumar los heridos en una cifra superior a los dos mil. Y a todas estas pérdidas humanas, hay que añadir los daños materiales que los revolucionarios causaron en muchos edificios que fueron quemados o dinamitados. Esta es la relación de lo sucedido en Asturias: 63 edificios públicos, como cuarteles o ayuntamientos; 5 centros de cultura; 26 fábricas; 730 edificios particulares; 58 puentes; 31 carreteras y 58 iglesias.  

Entre los atentados cometidos contra los edificios religiosos hay que mencionar el que perpetraron contra la catedral. Durante la noche del 11 al 12 de octubre de 1934 asaltaron la catedral de Oviedo y comenzaron por prender fuego a la sillería del coro, de la que solo se han podido recuperar algunas partes, perdiéndose definitivamente una obra de arte de incalculable valor. A continuación, llenaron de cajas de dinamita la capilla de Santa Leocadia, situada debajo de la Cámara Santa y volaron esa parte de la catedral, destruyendo piezas únicas históricas y reliquias importantísimas de la Cristiandad.

La consigna de los socialistas golpistas de 1934 era el «disco rojo». Los de ahora hablan de Comisión de la Verdad

Y llama la atención en todos estos acontecimientos el sectarismo antirreligioso de los socialistas desatado contra personas de paz, a las que asesinaron solo por el hecho de ser sacerdotes o religiosos. De este modo, los crímenes cometidos por los socialistas y los comunistas en Asturias en 1934, se convirtieron en un anticipo de lo que iba ser la persecución religiosa durante la Guerra Civil, la mayor por el número de mártires que ha habido en dos mil años de historia de la Iglesia.

Hoy como ayer, socialistas, comunistas y separatistas están coaligados. Y han vuelto a dar la consigna. Ahora han cambiado el santo y seña del “disco rojo” por el de la “Comisión de la Verdad”. Da miedo ver la fidelidad y la sintonía de los socialistas de hoy con los de 1934. Pero da algo más que miedo comprobar las diferencias entre los católicos de la España de 1934 y los de nuestros días: se ha llegado a tal grado de cobardía por haber traicionado la sangre de los mártires.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá