Definitivamente, el nuevo presidente español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, se ha convertido en el tonto útil de Europa, y amenaza con convertirse en el tonto útil de la diplomacia mundial.

 

Mientras, el comisario europeo de Agricultura, Franz Fischler, otro de los centroeuropeos de corte racista obsesionados contra España, ha tenido que defenderse de la acusación de "¡haberse aprovechado!" de la ministra española de Agricultura, Elena Espinosa. En declaraciones al ABC, Fischler se ve obligado a recordar que "yo no soy el negociador de España", una manera como otra cualquiera de resaltar la incapacidad manifiesta de la nueva titular de Agricultura española. Para cerrar el círculo, la propia Espinosa, con aire de carnero degollado, explica que Europa ha tenido "remordimientos de conciencia" por el mal trato dado a España. El sentimiento de culpa debía ser tan fuerte que de los 200 millones de euros (para el olivar) perdidos un viernes, Europa tuvo a bien entregarnos 20 millones el siguiente lunes. Esto empieza a resultar patético.

 

Fischler ha basado toda su política en reducir el coste de la Política Agraria Común (que, en efecto, debe se reducido y hasta anulado) salvando los intereses franceses y alemanes, a costa de españoles (especialmente en pesca) e italianos, aunque el agro italiano tiene otra vía de escape: las exportaciones a Estados Unidos. Fischler no es más que un lacayo del poder emergente en Europa: El eje París-Berlín.

 

Pero, lo más grave llegó con la visita de Rodríguez Zapatero a Jacques Chirac. Tras la tomadura de pelo agrícola, cabría, al menos, esperar un gesto por parte del gaullismo francés. Pues no señor. Zapatero acudió, servil, al encuentro, hablando de una nueva era de relaciones hispano-francesas. La verdad es que el presidente español se había desarmado antes de la lucha. Al renunciar al Tratado de Niza y aceptar la reducción del peso de España en la futura UE, sin exigir nada a cambio, Chirac y Schröder han pensado: A bodas nos convidan. En efecto, Chirac mantuvo el nuevo sistema de financiación que pretende imponer tras la ampliación, un sistema de financiación que mantiene incólumes los intereses de Alemania y Francia (no pondrán ni un euro más), mientras daña los intereses de España (que recibirá bastante menos y tendrá que aportar bastante más).

 

Pero no sólo es el daño que se produce en España, sino el que se provoca en los 10 países que el 1 de mayo entrarán oficialmente como nuevos miembros en la Unión Europea. Al reducir al 1% del PIB comunitario el presupuesto de Bruselas (es decir, de los organismos comunes), lo que se está haciendo es quebrar la solidaridad intraeuropea entre países ricos de la UE y países pobres. Los fondos estructurales y los de cohesión necesariamente deberán reducirse. Dicho de otro modo, Zapatero no sólo ha echado por tierra lo conseguido por José María Aznar, sino también por Felipe González, cuyo balance como negociador en Europa no puede calificarse, ni mucho menos de negativo, tanto en su defensa de los intereses españoles como en su defensa de la solidaridad entre ricos y pobres en Europa.

 

Quizás no ha reparado el Zapatismo en las últimas encuestas realizadas en la UE sobre la ampliación: son los países más ricos, especialmente Francia, Alemania y Austria, quienes se oponen a la ampliación. Alemanes y franceses llevan en Europa desde 1.950. Sus ciudadanos saben, por tanto, que el sueño europeo les exige rascarse el bolsillo, y no están dispuestos a ellos. Que es lo mismo que decir esto: Chirac y Schröder saben que su permanencia en el poder depende de que no cedan ni un ápice en Europa. En este sentido, resultan ridículas las paternalistas palabras de Jacques Chirac ante Zapatero (que no acusó el insulto) afirmando que el eje franco-alemán estaba dispuesto a ofrecer un trato preferencial a España. ¡El colmo! En primer lugar, el eje franco-alemán no existe, al menos, oficialmente. La desfachatez en afirmar tal entente ya debería haber sido contestada. Pero, aunque existiera, ¿quién les ha otorgado la privanza de ofrecer tratos preferenciales a un país, si tal país "se porta como es debido", es decir, como desean París y Berlín?

 

Y más: Francia es el gran enemigo económico de España. Sus grandes empresas privadas sobreviven gracias al erario público francés, y muchas de sus empresas estratégicas, las mismas que amenazan a los operadores de telecomunicaciones o a las compañías energéticas españolas, son empresas públicas. Por ello, al Estado francés (en descomposición económica, al igual que el alemán) las cuentas no le salen. Es igual, no cumplen las exigencias del Plan de Estabilidad, pero nadie en la Unión se atreve a pararle los pies. Francia y Alemania hacen lo que les viene en gana, sabedores de que sus deudas públicas, al final, tendrán que ser pagadas con el presupuesto común europeo. 

 

Y lo peor. Aprovechando la visita del sumiso tonto útil europeo, Chirac se quitó definitivamente la careta. Afirmó, sin que le temblara la voz, que Francia no enviará tropas a Iraq, tampoco en el caso de que Naciones Unidas acuerde una intervención internacional. Habría que insistir: Francia y Alemania son dos potencias decandentes. Su población está envejecida, su Estado del Bienestar es insostenible (cobran mejores salarios y pensiones que los españoles) y su población (en esto, también podemos introducir a España) no está dispuesta a defender los valores que han conformado su civilización, su libertad y su prosperidad. En definitiva, si los islámicos invaden Francia, los franceses no tomarán las armas. El pacifismo francés no es más que la máscara de la cobardía y la política de la derrota.

 

En España, Zapatero ganó las elecciones del 14 de marzo gracias a los atentados del 11-M y a la promesa de que la guerra de Iraq debería hacerse bajo la fórmula del derecho internacional. Sólo que ese derecho internacional estaba bloqueado por el eje París-Berlín, empeñados en que los marines norteamericanos se cuezan en su propia salsa y que la ONU no otorgue un paraguas diplomático a la intervención en Iraq.

 

Mientras tanto, París y Berlín utilizan a Zapatero como punta de lanza para que el resto de Occidente (Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá) se cebe con la cobardía española, ahora representante de la Vieja Europa. El tiempo todo lo pone en su sitio, y cada vez está más claro que la guerra de Iraq fue una guerra injusta que George Bush nunca debió acometer, pero que la post-guerra de Iraq era una causa justa que debimos acometer: esa causa consistía en democratizar un país mayoritariamente musulmán en una zona clave del mundo. A Chirac y a Schröder no les interesa un Iraq democrático, sino unos Estados Unidos vencidos.

 

Para todo ello, el mejor tonto útil es Rodríguez Zapatero. El norteamericano Robert Kagan, autor de uno de los ensayos más leídos del momento ("Poder y Debilidad", editado en España por Taurus), ofrecía una charla en la Embajada americana en Madrid para empresarios y vips españoles. En ella insistía en la siguiente teoría: "Sólo Estados Unidos está dispuesto a defender, si es necesario con las armas, sus valores. Por el contra, Europa está siendo conquistada por Oriente, y de Oriente, por el momento, no nos está llegando otra cosa que terrorismo y tiranía".

 

A ver si va a resultar que tiene razón.