Sábado 10. En el Hotel Auditorium, una enorme mole de reciente creación, en las cercanías del aeropuerto de Madrid-Barajas, que alguien definió como algo parecido a un tanatorio, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, recibe a la prensa para explicarle su programa económico. Los periodistas ya están bastante cabreados, dado que ha visto el programa, con pelos y señales, en la edición del diario El País. Otro pequeño detalle, en el salón no hay cobertura para teléfonos móviles.

Pero a la reunión le faltaba algo. Presenta Jordi Sevilla, asesor económico de Zapatero y perpetuamente enfrentado a Miguel Sebastián, verdadero hacedor del programa. Sevilla casi no disimula su malestar: "José Luis, haré lo que tú digas, pero este es el momento de los políticos, no de los contables". Al parecer, según Sevilla, esta es la verdadera profesión de su colega Sebastián.

Pero la historia no termina ahí. Lo bueno de Rodríguez Zapatero es que es una caja de sorpresas. Con él, nunca sabes por dónde va a salir el PSOE, lo que hace mucho más agradable cualquier tipo de hecho. Para ser exactos: todo hecho se convierte en noticia, contradictoria, pero noticia a fin de cuentas. Y así Zapatero anuncia una rebaja de impuestos con la que no se atreve ni Rodrigo Rato. La rebaja más llamativa es la del Impuesto de Sociedades (que, comparativamente con Europa, no necesita rebaja alguna, sino todo lo contrario), así como la reducción de tipos del IRPF, lo que, con todo respeto, siempre ha sido patrimonio de la derecha.

Y eso justo 48 horas después de que el nuevo consejero de Economía de la Generalitat catalana, el socialista Antoni Castells, advirtiera que lo de reducir impuestos no es socialista, y que lo socialista es proporcionar buenos servicios públicos.

Este es Zapatero: una caja de sorpresas.