A la manifestación contra la obra blasfema que hasta el pasado 2 de mayo se ha venido "celebrando" en el Círculo de Bellas Artes. La cita es el domingo
Ningún cristiano puede faltar a esa manifestación, porque el momento de la argumentación ha terminado. Ahora hay que personarse y chillar un poco, que no deja de ser una forma de argumentar. Y esto porque esta gentuza, como el autor de la obra o como los hombres de Polanco, practicantes de la limpieza cultural (no étnica, que conste), no entienden otro lenguaje. No es broma: Tras escuchar al director del Círculo, de la cuadra El País, Hernández de León, afirmar que la frase que da título a la obra no es una blasfemia, sino "una frase hecha", he comprendido que se ha acabado la hora del diálogo. Una de dos: o es malo o es tonto. No quiero dar pábulo a mi sospecha de que pertenece a ambas categorías, es decir, que ha entrado en el limbo de los cínicos.
Hay que acudir a la manifestación del domingo 9, para escenificar una batalla que ya ha comenzado. Es una guerra religiosa: precisamente los que odian a Cristo, los cristófobos, son los que atacan, y no se puede mirar hacia otro lado.
Ahora bien, no olvidemos que en esta batalla el enemigo es tremendamente civilizado. Canalla, pero civilizado. La guerra es de corte gramsciano, aunque si los cristianos no ofrecemos resistencia acabará por ser hitleriana, aniquiladora. Veamos. Por el momento, el principal objetivo de los cristófobos es expulsar todo asomo de Cristianismo en el foro público, para entendernos, en la calle (por eso, es tan importante manifestarse, recuperar la calle). Lo que
Para ello utiliza varias armas. La primera, la asfixia económica. Los cristófobos han copiado la historia del Islam, especialmente en su versión califal, tanto en el viejo Al-Andalus como en todo el Creciente Fértil, cuando los musulmanes permitían que alguien continuara siendo cristiano, pero le amargaban la existencia, con impuestos especiales para infieles y otras medidas que impedían al cristiano cualquier progreso social: los intentos por suprimir la asignación tributaria, la religión en las escuelas, el apoyo a la educación, etc. son buenas muestras de ello. Al mismo tiempo, la promoción y/o financiación de la cultura de la muerte, así como el apoyo a iglesias paralelas y corrientes eclesiales heterodoxas son buenas muestras de esta técnica. En resumen, se trata de que la práctica religiosa no se vea y que la libertad de culto se reduzca a la nada.
Ahora, los cristófobos han dado un paso más. Se sienten ya lo suficientemente seguros como para pasar al insulto, a la injuria directa, como la obrita del Círculo, paso previo a la violencia física. Recuerden que antes de declarar la guerra los estadistas pasan un buen tiempo insultándose unos a otros. Hasta ahora, la violencia contra los cristianos es cosa del Tercer Mundo, pero cada vez está más cerca el momento de que empiece a implantarse en Occidente.
Frente a esto, la principal arma de un cristiano siempre es, naturalmente, la oración, pero no la única. Existen también armas pacíficas a emplear en el foro. La primera de ellas: la lengua, que para algo está. En la batalla que se aproxima, y que no es española, sino hispana y global, el primer mandamiento es éste: los cristianos no debemos callar ni debajo del agua. Debemos defender nuestros derechos, en voz alta y clara, en nuestros ámbitos de cobertura (hogar, vecindario, centro de trabajo, centros educativos, etc.) y, muy especialmente, en la industria cultural (especialmente en los medios informativos). Internet o las tradicionales Cartas al Director no son instrumentos rechazables. De igual modo, el Cristianismo tiene que recuperar la calle. Las manifestaciones de Semana Santa o los curas y monjas con sotana no dejaban de ser un apéndice formal de la práctica religiosa. Hoy, en la sociedad de la imagen, se han convertido en elementos clave. Porque en la sociedad de la imagen, lo que no se ve no existe. Otrosí: se trata de que
-Mire usted, las alternativas son tres: darle tierra, un nicho o la cremación.
-No corra usted riesgos –responde el aludido- las tres cosas.
El enemigo quiere cargarse los altavoces de la iglesia (los medios informativos) y la escuela como instrumento de formación religiosa. Si consigue esto, irá directamente a por las parroquias. Es decir, pasará al terrorismo directo.
En cualquier caso, la guerra no es contra el Islam. La guerra es entre cristianos y antiteos, es decir, entre los hijos de Dios y los que odian hasta el nombre mismo de Cristo. Lo que representa una gran ventaja: la cuestión se simplifica mucho. Y usted puede no acudir a la manifestación, pero tampoco debería luego quejarse de lo que ven sus ojos, escuchan sus oídos y sufre su corazón. Usted puede ignorar la guerra, pero la guerra no piensa ignorarle a usted.
El domingo
Eulogio López