Sr. Director:
Mi nombre es Emiliano A. Medina Martín, tengo 45 años de edad, nací en Monterrubio de la Serena, y resido en el municipio madrileño de Alcobendas.
Mi triste historia comienza en 2004 cuando conozco a Elena, una ciudadana peruana con la que comienzo una relación sentimental, de la que queda constancia en el registro civil como pareja de hecho y fruto de la cual, no mucho tiempo después, nace nuestro hijo en común, Hugo. Tras seis años de convivencia, en el verano del 2010 comenzaron los problemas: yo le planteo mi intención de separarse, ante la cual quedo destrozado.
En poco tiempo, se inició un proceso de separación con el fin de legalizar nuestra situación y garantizar el bienestar de nuestro hijo. A pesar de todo, yo continué mi vida lo mejor que pude (ayudado con terapia psicológica y psíquica), manteniéndome con el ánimo y fuerza que me daba la presencia de mi querido Hugo (la mayor víctima en todo esto).
Pero mi sorpresa fue enorme cuando un día apareció la Guardia Civil en mi puesto de trabajo para detenerme por una denuncia de malos tratos interpuesta por mi ex. Después de la bochornosa situación, que tuve que soportar al ser detenido y esposado delante de todos mis jefes y compañeros de trabajo y de pasar una noche en el calabozo, se celebró un juicio rápido a la mañana siguiente.
La causa fue sobreseída, entendiendo juez y fiscal que la denuncia no tenía fundamento alguno y siendo incluso apercibida mi ex de la seriedad de este tipo de acusaciones. A partir de ese momento y ante la evidencia de su mala fe al efectuar esa denuncia falsa, ella comenzó una guerra de insultos, acusaciones y amenazas hacia mi persona y, lo que es más grave, usando al niño como moneda de cambio, viéndose involucrado en un pésimo ambiente de tensiones y malestar.
Esta situación estalló cuando un día, de acuerdo con el régimen de visitas acordado, fui a recoger a Hugo a la vivienda donde residía con su madre y nadie me abrió la puerta después de varios intentos. Tras algunas investigaciones por mi cuenta supe que el niño se encontraba en Perú con su madre, por supuesto sin permiso mío para poder realizar ese desplazamiento.
Es en ese momento cuando interpongo una denuncia por sustracción de menor ante el juzgado de lo penal número 6 de Leganés, a la vez que presento solicitud de custodia total en el juzgado de familia número 4 de Colmenar Viejo.
Después de un largo y costoso proceso por la custodia de mi hijo, ésta fue declarada a mi favor de forma definitiva el día 28 de junio de 2011. Pero mi realidad no ha cambiado en nada, ya que dicha sentencia sobre la custodia sigue sin ser aplicada. Además, desconozco el desarrollo de la causa penal interpuesta, lo que me lleva a vivir una situación de desesperación e impotencia total, ya que después de dar todos los pasos ajustados a la ley, acudir a los órganos encargados de impartir justicia y obtener resoluciones favorables, SIGO SIN TENER NOTICIA ALGUNA DE MI HIJO (solo le he visto en agosto de 2011 por la celebración en Perú del juicio de restitución, solicité estar con él, cosa que admitió el juez, pero cuando fui a recogerlo fue su madre quien lo cargó en brazos y delante de todo el estamento judicial que allí se encontraba y junto con sus 30 acompañantes salió corriendo fuera de los juzgados quedando una vez más sin poder contactar con mi hijo) viendo cómo pasa el tiempo sin saber hasta cuándo se prolongará esta situación.
Tengo interpuesta una solicitud de restitución por sustracción y traslado en la autoridad central de Perú y de España por el Convenio de la Haya 1980 firmado por ambos países, gané el juicio en 1ª instancia celebrado en Perú para la restitución en agosto de 2012 y en el juicio de 2ª instancia, aun estando el informe de la fiscalía 100% a favor de la restitución de mi hijo, indica que debe volver a 1ª instancia por lo cual por tiempo y actuación de momento no están cumpliendo con lo establecido en dicho Convenio y es lo que quiero denunciar públicamente.
Hugo puede pensar que no quiero saber nada de él, que me he olvidado de él o incluso que me ha ocurrido algo, pues una mente infantil no podrá nunca entender y mucho menos justificar la ausencia de su padre de la noche a la mañana. Ni que decir tiene que mi vida no es la misma desde que se me ha privado de mi hijo, que se me hace muy duro vivir sin saber cómo está, las condiciones físicas y psicológicas en las que se encuentra, su situación de escolarización, su situación sanitaria… En fin, todo lo que a un padre sensato le preocupa sobre su hijo y quisiera compartir con él.
Emiliano A. Medina Martín