Hace ya algún tiempo cayó en mis manos un folleto titulado: El juego de la ruleta vírica, editado por la Asociación ARVO de Salamanca, que no tenía desperdicio, y que me viene a la memoria a raíz del humanitario gesto que han protagonizado nuestras insignes y preclaras autoridades gubernamentales enviando no sé cuantos kilos de preservativos (léase un millón de unidades según datos de la prensa) a un determinado país de África.
Es una reacción típica visceral-infantiloide, ante el llamamiento de S.S. Benedicto XVI, quien sólo deseaba aclarar ideas y prevenir de una situación real, para intentar disminuir el impresionante número de muertes que se producen anualmente en ese continente, en la espantosa agonía del SIDA.
En aquella publicación se daban datos científicos, producto de la investigación desapasionada de auténticos especialistas en diversas materias repartidos por todo el mundo, ese que llamamos sarcásticamente civilizado, acerca del funcionamiento real de esos utensilios, basándose en los numerosos análisis, pruebas, ensayos,etc., hechos por estos verdaderos profesionales de diversos campos de las ciencias.
Y lo que más me llamó la atención de lo que leía en aquella época, y me sigue llamando ahora, es que en ningún momento incluían o citaban en sus razonamientos, argumentos de tipo moral, religioso o de algún tipo de creencia. Sólo físicos y médicos.
Teniendo en cuenta aquellos datos me atrevo a preguntar: ¿sabe el público que utiliza el preservativo que su fiabilidad anticonceptiva es tan solo relativa debido al tamaño de los poros del material de que está hecho: el latex, que permite la circulación más o menos libre de los espermatozoides a través suya?
Se ha podido comprobar que ésta es la causa de la sorpresa de tantos y tantas cuando se encuentran con el resultado de la prueba que hicieron en aquel momento tonto.
Alberto López Palanco
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