Sr. Director:
El último discurso de Benedicto XVI pronunciado antes de Navidad confirma que estos discursos conforman uno de sus grandes legados doctrinales. La familia, el hombre y sus fundamentos antropológicos, son el núcleo de este discurso que hunde su mirada en el primer desafío que la cultura dominante lanza a la fe cristiana: la armonía entre libertad, verdad y compromiso.
Desde hace siglos la cultura occidental busca desesperadamente alcanzar la plena libertad. Comenzó independizándose de la autoridad y la tradición, más tarde lo hizo de Dios, para acabar creyendo que puede reinventarse a sí mismo. Y así ha negado el dato original de la diferencia sexual. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. Se abre paso una cultura en que la vida humana, lejos de ser un don, no es más que una construcción arbitraria. Dios deja de ser relevante y el hombre deja de ser una Criatura. Por eso Benedicto XVI sostiene que en la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y que cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Por el contrario quien defiende a Dios, defiende al hombre.
Pienso que, en este contexto adverso, los cristianos no debemos entregarnos a la huida ni a la incomprensión, sino al anuncio. Y éste, como enseña el Papa, en forma de diálogo que va del corazón al corazón. Sólo quien se siente conmovido muestra disposición a dejarse interpelar por la verdad. Ésta es la tarea de los católicos en la hora presente: invitar a sus contemporáneos a dejarse conmover por el Amor de Dios
Lluis Esquena Romaguera