Mi señora esposa y madre mis hijos decidió aceptarme como compañero de vida para los restos -según confesión realizada con posterioridad, al artero modo femenino- cuando se creyó capaz de soportar mi entusiasmo por los Beatles en general y por Paul McCartney en particular, por aquello de ser el gran compositor.

Pues bien, se me ha caído un mito. Con la edad adulta comprendía que los Beatles no eran unos intelectuales, sino cuatro macarras de Liverpool. Ahora McCartney, junto a otros intelectuales, es decir, famosos, pretende los Lunes sin carne, es decir, ayuno de carne ese día para criar menos vacas, porque los animalitos contribuyen al calentamiento global, en parte, también, por sus enormes flatulencias.

Yo comprendo que de un tiempo a esta parte, la modernidad se ha vuelto absolutamente idiota, pero convendría no pasarnos tampoco en los niveles de idiocia pelele y manifiesta.

Los cristianos han ayunado de carne el viernes con la doble intención de corredimir y de resaltar la maravilla de un buen chuletón, en fin de semana. Y, por la misma razón, el cristiano ha criado vacas para beneficio del hombre, no de la madre tierra, que siempre ha tirado a madrastra.

Si McCartney quiere llevar una dieta de adelgazamiento en busca de la eterna y acartonada juventud, debería dejar tranquilos al resto, porque ya se sabe que estas medidas tan progresistas comienzan proponiéndose y acaban imponiéndose. Y ya se sabe que las que cierran los sábados son las pescaderías, no las carnicerías.

Yo, por mi parte, voy a sacudirme un buen bistec. Y el lunes, otro más, y le daré gracias al Padre Eterno por haber creado las vacas, ese tan magnífico como aprovechable animalito.

Eulogio López

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