Ha quedado claro quién manda. Zapatero no se ha atrevido a plantear batalla a Rubalcaba, que apenas sueña con ganar las elecciones pero quiere quedarse como jefe de la oposición socialista. De hecho, el siguiente paso será conquistar la Secretaría general y acabar con la bicefalia en el partido. El desastre Almunia-Borrell pesa demasiado.
Por tanto, Carme Chacón no ha sido elevada a vicepresidenta: seguirá como ministra de Defensa y tampoco accederá a la portavocía, puesto muy goloso. La voz el Gobierno será Pepiño Blanco, cargo que compatibilizará con el de ministro de Fomento y, así se ha planteado, como director de campaña del propio candidato. Un papel que aún no está decidido porque otra colaboradora de Rubalcaba presiona en el mismo sentido: Elena Valenciano.
Lo cierto es que hace ya un tiempo que Pepiño ha dejado de ser el hombre más fiel a Zapatero. Ahora se ha convertido al rubalcanismo, aunque Zapatero, a la fuerza ahorcan, habla de que le nombra portavoz por la extraordinaria confianza que tiene con él desde hace tantos años. Sí, hace tantos años, sí.
Cuando Zapatero, convertido ya en un pato cojo a quien nadie va a hacer caso, acuda a recibir instrucciones en Bruselas o en Washington, será Elena Salgado quien presida el consejo de Ministros. La titular de Economía es conocida en Bruselas como 'Calamity Helen'.
Y algo no menos llamativo: Manuel Chaves se queda como vicepresidente político, a pesar de la ristra de escándalos en los que está involucrado durante sus veinte años como presidente de la Junta de Andalucía.
Eso sí, asegura Zapatero da a entender que no habrá adelanto electoral, porque la prioridad del Gobierno es salir de la crisis. De paso, aprovechó para desviar la atención de España a Italia, ahora también puesto en solfa por los especuladores financieros.
Eulogio López
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