Por supuesto, George Bush tenía razón cuando advertía que Occidente libra una guerra sobre el terrorismo, lo que Felipe González, con rapto de veterano, calificó como la III Guerra Mundial. Es más, se quedó corto: Occidente no sólo libra una guerra contra el terror, sino una guerra contra la tiranía, porque el Occidente cristiano es la única civilización que ha sacralizado a la persona y, con ella, los derechos humanos frente a todo totalitarismos. El problema es que en Iraq perdió la primera batalle de esa guerra por pretender matar moscas a cañonazos. Juan Pablo II se lo advirtió: no le hizo caso y el experimento ha terminado en desastre. Los marines no sirven contra Ben Laden. Y además resultan carísimos.
Para ser rigurosos, Occidente tiene dos guerras pendientes: la interna, contra el relativismo y el consiguiente pensamiento débil -una misma cosa- es decir, contra el suicidio y la autodisolución, una de cuyas manifestaciones más claras es el aborto, y la guerra militar, no ideológica, contra el enemigo exterior, representado en la tiranía del imperialismo fundamentalista islámico y en un totalitarismo mucho peor; el oriental, personificado en las alabadas -por razones comerciales- China e India, especialmente en la primera, así como en el indigenismo iberoamericano.
Esas son las causas de que Occidente
Obama no tiene culpa de haberse puesto un horizonte tan lago para abandonar Iraq (2012). es culpa sí es de Bush porque equivocó el sentido de la II Guerra Mundial, y pensó que se podían matar moscas a cañonazos.
Occidente se muere. Por ataque externo y suicido interno. La retirada de las tropas de Irak no va a solucionar el problema. La paz es algo más que ausencia de guerra.
Eulogio López
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