Al final, lo que está diciendo el principal consejero económico del hombre más poderoso del mundo, un tal Obama, es que hay que volver a la economía real y reducir la especulación en los mercados financieros: A Wall Street ya no se le considera tan glamuroso como antes. Y cuando se le recuerda que los bonos y derivados vuelven a correr por la Bolsa, el gran hombre advierte: Es realmente sorprendente lo rápido que algunas personas olvidan y vuelven a los mismos negocios que antes.
Los capitalistas pedantes pretenden que no hay distinción entre empresario y financiero. Sí la hay: empresario es el que produce algo, el financiero es el que sólo compra y vende. También dicen no saber qué es la especulación. Luego veremos que el ex presidente de la Reserva Federal con Carter y Reagan, sí que lo sabe.
Y más. Advierte Volcker que no, que el presidente norteamericano no ha comprado sus recetas para reformar la banca. Y no me extraña, porque eran muy buenas. Cuando el entrevistador le pregunta si quiere acabar con los grandes bancos, la respuesta es de una claridad abrumadora: Acabar con ellos es difícil. Digamos, mejor, desmontarlos. En mi opinión, los bancos deberían mantenerse cada vez más alejados de los mercados de capital, de esa forma se volverían automáticamente más pequeños y mucho más manejables en situaciones adversas.
Creo que voy a esculpir estas palabras en mármol. La lucha ideológica de toda la edad moderna no radica en la batalla entre lo público y lo privado sino entre lo grande y lo pequeño. Nos lo enseñó Chesterton: ¿Qué más me da que todas las tierras del condado sean propiedad del Estado o del duque de Sutherland?. Al mismo tiempo, los distributistas exigían que toda empresa que creciera demasiado debería ser obligada a menguar de tamaño, aunque fuera a costa de freírla a impuestos. Lo pequeño es hermoso, dijo Schumacher. Y también dijo que era más eficiente.
Y ahora les ruego establezcan el siguiente parangón, porque todas las comparaciones son odiosas pero muy esclarecedoras: mientras en España la izquierda y la derecha, el PSOE y el PP, insisten en que sólo hay dos bancos y seis cajas de ahorros, en fumigar a todas las entidades pequeñas porque no pueden sobrevivir a la globalización.
Pero hay más. Un banco hace dos cosas: coger dinero con una mano y prestarlo con la otra. Y hace otra cosa: intermedia en los mercados financieros. Lo primero es bueno, lo segundo es horrible. Si quieren comprobar ustedes lo horrible que es vean esta genial pieza humor británica. Todo va bien mientras los bancos venden hipotecas; lo malo es cuando paquetizan esos créditos y los convierten en bonos, productos estructurados de alta gama, cuando la Bolsa no apoya la economía real sino que se convierte en un casino especulativo que acaba hundiendo la economía real, a la que priva de crédito y a la que roba sus ahorros.
Todavía, cuando alguien habla de especulación, el tonti-capitalismo reinante, terriblemente progresista, no hace falta decirlo, el más pedante del corro pregunta ¿qué es la especulación? Pues miren por dónde, al parecer Paul Volcker, el hombre de la Reserva Federal con demócratas y republicanos, lo tiene claro: Deberían mantener (los bancos) las manos alejadas de los fondos de capital-riesgo, de los equity funds, de los mercados de futuros y, sobre todo, del llamado propietary trading, invertir y especular sin el encargo de los clientes. Este tipo de negocios provoca conflictos de intereses. Y una burbuja financiera añadiría yo. En cualquier caso, Volcker, al parecer, sí que sabe lo que es la especulación. Y, como el chiste del vasco que oyó el sermón sobre el pecado y llegó a la conclusión de que el cura no era partidario, el ex presidente de la Reserva Federal no es partidario de la especulación.
Por si no había quedado claro: Simplemente, no quiero que los bancos se dediquen a productos financieros enormemente complejos, difíciles de entender hasta para sus directivos. Ahora recuerden la historia de los dos geniales humoristas británicos sobre la paquetizada subprime del negro de Alabama. Si no sabes lo que compras ni lo que vendes, lo mejor es que esperes tranquilamente el estallido.
Volcker dice lo mismo que repetimos a los que no tenemos su prestigio: la causa de la crisis es la especulación financiera (en Europa habría que añadir, el apalancamiento, o endeudamiento excesivo) pero, sorprendentemente, la crisis más dura del último siglo, la que revelaba ese pecado social llamado especulación, no ha servido para reflexionar, ni un adarme, sobre las causas del desastre. Nuestra reacción ante la crisis ha consistido en darle a la máquina de hacer billetes, con lo que la burbuja ya está creciendo de nuevo. No salimos de la crisis porque ni lo hemos intentado. Los mercados financieros vuelven do solía. Éste es el problema. Y la culpa, por esta vez, no la tiene Zapatero: la tenemos todos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com