En los momentos que le deja libre la gestión de la crisis, el presidente del Gobierno se ocupa de salvar a sus dos multimedia amigos, PRISA y La Sexta-Mediapro, que se encuentran a punto del finiquito. Así, el Gobierno presiona a bancos y empresas para que traten con cariño a los dos gigantes que, si no fuera lo que son no tendrían el apoyo de quien lo tienen, ya que tendría que haber presentado la solicitud de cierre y se habrían visto obligados a cerrar el negocio.
De entrada, los Polanco han bajado a la tierra y ya no piden ni 5.000, ni 4.000, ni 3.000 millones de por Digital . Se conforman con 2.500. Al final, el único postro es Vivendi-Telefónica. A Vivendi le interesan los derechos y a Telefónica los clientes (que ya nadie cree que sumen 2 millones). Ahora bien, los franceses de Canal sólo aceptan pagar 1.800 millones de euros y, muy importante, siempre pendientes de la deuda que se pretende imputar a Digital , propiedad de Sogecable, ahora propiedad de PRISA, que totaliza un endeudamiento de 6.000 millones de euros.
Además, los galos no admiten reducción en los derechos de emisión pendientes: de hecho ellos compran precisamente eso. Parece casi imposible cerrar el acuerdo antes de la Junta del viernes 5. Y con todo, PRISA no va a salir de apuros con la venta de la plataforma de pago: deberá vender, malvender, mucho más.
No es la única empresa que debe salvar el señor presidente; aún le sirve con mayor docilidad La Sexta-Mediapro. El hacedor de ésta última, el catalán -que se define como comunista-leninista- Jaume Roures dirige una empresa que de tanto comprar derechos -entre ellos los de retrasmisión de la Fórmula 1 por cinco años, entre 2009 y 2013, ambos inclusive- ha generado unas obligaciones de pago, a 31 de diciembre de 2007, de 2.543 millones de euros. Eso supone más de 60 veces los fondos propios. En definitiva, la ambición de Roures y de los amigos de ZP, José Miguel Contreras y Miguel Barroso -los Migueles- exige ahora a Mediapro a vender todos los derechos a todo el mundo. Naturalmente, a Telefónica, con Imagenio y a cualquiera al que el Gobierno pueda presionar, presión extensible a los bancos acreedores para que no sean muy duros a la hora de reclamar la amortización de los préstamos. Todo sea por los amigos a los que tanto se debe.