Cuando hace un año comenzó el streap-tease patrimonial de los grandes ejecutivos causó gran sensación el hecho de que el presidente del SCH, Emilio Botín, ganase la mitad que su consejero delegado, Alfredo Sáez. ¿Como era posible que el presidente ganase la mitad que su consejero delegado? La respuesta la ofrece un operador del mercado: "A través de la transparencia de moda, Botín agarraba a Sáez para que no se le escapara". Nadie se olvida que Sáez llega al SCH del "chollo" del Banesto intervenido y adquirido por Botín en subasta.

Pues bien, la "transparencia" continúa. Las percepciones de ambos ejecutivos están al aire en la memoria. Alfredo Sáez recibió nada menos que 5,57 millones de euros el pasado ejercicio, lo que supone un incremento del 18,7% respecto a lo percibido el año anterior. Por su parte, Emilio Botín, ganó sólo 2,59 millones de euros, con un incremento del 4,6%. ¿Por qué esa "austeridad" del cántabro frente a la "euforia" de Sáez? La respuesta vuelve a ser la misma: tarjeta amarilla de Botín a su consejero delegado.

Pero cabe preguntarse más: ¿Está justificado que Alfredo Sáez cobre casi mil millones de las antiguas pesetas, más 52,8 millones de euros acumulados en su fondo de pensiones? ¿De verdad que su gestión aporta valor añadido monetarizado en esas cuantías? ¿Resulta tan valioso el "espíritu animal" del que hace gala el señor Sáez? Seguramente estas serán algunas de las preguntas que planeen en la próxima Junta General de Accionistas, porque no conviene olvidar que las remuneraciones del señor consejero delegado las pagan los señores propietarios.