Siempre me ha sorprendido la personalización de los mercados, cuya definición debería ser la de un conjunto de intermediarios arrebatacapas, parásitos de la economía real a la que rara vez benefician y habitualmente asfixian.
Pero ya ven, ahora resulta que todos, Gobierno, oposición, empresarios, sindicatos y periodistas debemos mimar a los mercados. El mimo, además, consiste en pregonar las bondades inexistentes de la economía española actual, es decir, consiste en mentir. Los financieros no dejan de recordárnoslo a los periodistas: vuestro pesimismo ofrece una mala imagen de España y los mercados -no los mercaderes, sino los merados- nos castigan. Vamos que lo que debemos hacer es portarnos bien para que los mercaderes puedan sacar mayor tajada y nosotros endeudarnos cada vez más.
Los pensionistas tienen que reducir sus pensiones, los trabajadores sus salarios, los emprendedores deben sobrevivir con lo puesto y las grandes empresas deben ser vendidas a los depredadores del capital-riesgo. Todo sea por la imagen de España. Vivimos en el patriotismo financiero.
Llega la señora Merkel a extorsionarnos y la rodeamos de alabanzas y promesas: sí, Frau Merkel, nos apretaremos más el cinturón, le venderemos nuestras mejores compañías a precio de pasado, compraremos sus productos y reduciremos producción para conseguir no ya una tasa de paro del 20,3% sino más, mucho más, somos insaciables.
El patriotismo económico no puede consentir en mentir para que el especulador no nos castigue. La política económica de Zapatero ha sido nefasta, y prueba de ello es que toda Europa ha sufrido la crisis pero la precitada tasa de paro española duplica a la media europea, situada en el 9,6%. Es decir, hay que cambiar de política, no de imagen. Tenemos una generación de jóvenes sobradamente preparados para aumentar el PIB no para explotarlos en trabajos basura.
¿Y a los mercados? A los mercados que le vayan dando por donde amargan los pepinos y se rompen los cestos.
Eulogio López
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