• La Casa Blanca calcula que dejará en sus casas a 800.000 de los dos millones de funcionarios y que el cierre costará unos 10.000 millones de dólares semanales a la economía estadounidense.
  • El presidente advierte a los mercados que la situación que atraviesa el país es "diferente": "Creo que deberían estar preocupados".
El cierre del Gobierno de EEUU a medianoche (6.00 horas del martes en España) debido a la incapacidad de demócratas y republicanos de llegar a un acuerdo en el Congreso para asegurar la liquidez de la administración pública sigue siendo noticia.

La Casa Blanca calcula que dejará en sus casas a 800.000 de los dos millones de funcionarios y que costará unos 10.000 millones de dólares semanales a la economía estadounidense, que es una pasta.

Para intentar arreglarlo, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama (en la imagen), se reunió ayer miércoles con los líderes republicanos y demócratas del Congreso, aunque no consiguieron nada. La Casa Blanca dijo en un comunicado que "no negociará sobre la necesidad de que el Congreso actúe para reabrir el Gobierno o elevar el techo de la deuda pública para pagar las facturas que ya se han generado".

Y unos se echan las culpas a otros. El republicano John Boehner acusó a los demócratas de "no estar dispuestos a negociar". Mientras que el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, aseguró que su partido "no se moverá" en su determinación de que el debate de los presupuestos no se vincule a la reforma sanitaria.

Así que la situación sigue encallada, hasta el punto de que Obama ha tenido que cancelar parte de su viaje a Asia previsto para la próxima semana por falta de personal tras el cierre de la Administración federal. Si no hay un acuerdo antes del 17 de octubre, Estados Unidos se vería obligado a la suspensión de pagos. Y he ahí donde radica la principal preocupación.

De hecho, Obama ha advertido a los mercados que la situación que atraviesa el país es "diferente" a todo lo vivido. "Creo que deberían estar preocupados", ha avisado.

El presidente de EEUU parece molesto: "Estoy cabreado por el hecho de que si no le digo a 20 millones de personas que no pueden tener un seguro sanitario, esta gente no reabre el Gobierno", dijo ayer miércoles en una entrevista.

Una reforma sanitaria que posibilitaría empezar a atender en la sanidad pública a quienes no pueden pagarse un seguro privado, lo cual es muy loable. Pero que obligaría a instituciones católicas a pagar tratamientos con píldoras abortivas, lo cual atenta contra la libertad religiosa y de conciencia de tales instituciones.

Lo que está claro es que Obama afronta uno de sus peores momentos como presidente.

Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com