Ya lo decía Felipe González: a los españoles nos encanta auto-flagelarnos. ¿Hay que luchar contra la corrupción Por supuesto que sí, contra todas las corrupciones. Pero si comparamos cualquier caso de corrupción en España con la corrupción institucionalizada vigente en Luxemburgo, entonces los españoles aspiramos a la beatificación. Y estamos hablando de un ducado presuntamente modélico y fundador de la Unión Europea: ja, ja, ja. Luxemburgo es un paraíso fiscal en toda regla.

Por ejemplo, la especulación financiera es una corrupción institucionalizada, pero perfectamente legal, lo mismo que los paraísos fiscales.

Y luego, hay que distinguir entre corrupción y corrupción. Las tarjetas negras es corrupción pero representa el chocolate del loro frente a los créditos espurios y fallidos, que son los que hacen quebrar un banco y enriquecerse a sus banqueros. Por las mismas, un banco no quiebra por las pensiones de sus directivos, aunque irriten al personal, si no por su gestión, negligente y/o dolosa.

Más ejemplos: la nueva operación Enredadera de la juez Alaya (en la imagen) apunta directamente a la corrupción administrativa. Sobornos a funcionarios y políticos a cambio de contratos con la Administración. Eso sí hace daño. Pero los viajes de los diputados -y reconozco que el señor Monago me cae muy gordo- con cargo al Congreso o al Senado no van a desestabilizar la economía española, aunque sí puede conseguir que los demagogos de Podemos lleguen a La Moncloa. Si han abusado de pagos que les retiren todos sus viajes y las dietas las paguen sus partidos.

Un poco de cordura por favor, porque si no hay cordura tampoco habrá justicia.

Hispanidad

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