¿En qué se distingue un cristiano de un democristiano? Cristiano es aquel que corre delante de los leones, mientras los democristianos son los que le azuzan por detrás.

A Durán Lleida puede aplicársele aquella otra maldad: que es cristiano de cintura para arriba y demócrata de cintura para abajo. (O sea, un liberal). En otras palabras, el nacionalista Artur Mas le ha tapado la boca a su socio, el hermano menor, los democristianos de UCD. De hecho, Durán convirtió su discurso en una casi monografía sobre el Estatut, como si fuera un miembro más de Convergencia. A nadie se le oculta que los nacionalismos catalán y vasco aportan algo cuando caen en la cuenta de que en el Congreso de los Diputados representan a todo el país, no sólo a su circunscripción, dado que legislan para todo el país. En el Debate sobre el Estado de la Nación, el democristiano nacionalista Durán Lleida se ha comportado como el democristiano nacionalista vasco del PNV, Josu Erkoreka. Está claro que el nacionalista, ahora independentista, Artur Mas, le ha doblado el pulso a Durán Lleida; a Erkoreka no hace falta que se lo doble nadie: se basta él solito.  

En cualquier caso, la democracia cristiana catalana ha caído en su propia ambigüedad y le ha dejado el camino expedito a Rodríguez Zapatero, el rey de la ambigüedad.

Ya voy concluyendo, aseguraba Zapatero. Y entonces todo el hemiciclo lanzó una carcajada que obligó al presidente de la Cámara, ilustre tribuno don José Bono. Porque ya nadie cree en Zapatero, ni tan siquiera lo suyo. ¿Qué ha pasado? Pues muy sencillo, que el cinismo se ha impuesto en la política española. ZP ya sólo piensa en permanecer el mayor tiempo posible en La Moncloa, aunque sea en medio de la indignidad. Nadie cree en él, ni los suyos ni sus aliados nacionalistas ni sus adversarios del PP. Justamente en plena crisis.

Erkoreka lo dijo muy claro: no hay nadie en la cámara que no cuestione su dignidad para el cargo que ocupa. Oiga, ni en la cámara ni fuera de ella.

Sí, el cinismo se ha impuesto en el Gobierno y en la política española, cinismo que viene ligado a otro peligroso concepto asimismo citado por Erkoreka: frivolidad. ZP se nos ha vuelto cínico pero siempre fue un frívolo. El Debate sobre el Estado de la Nación 2010 sólo ha servido para confirmar que a este tipo va a haber que echarle de Moncloa la Guardia Civil.

El problema es que para regenerar la política española no nos sirven los actuales partidos que forman el arco parlamentario. Sí, ya se que suena malo eso de extraparlamentario: suena a atrabiliario o radical. Pero recuerden: contra el cinismo sólo se puede luchar con algo tan antisistema como los partidos situados fuera del Parlamento y dentro del esquema de libertades, y contra la frivolidad sólo se lucha con la coherencia, que también es virtud muy radical, tan radical como el ansia por el bien común, tan radical como la verdad, el bien y la belleza. 

Eulogio López

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