El ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, emitió una irresponsable aseveración en el país del Sol Naciente, el más longevo del universo. Señalando a los ancianos retirados afirmó "que se den prisa y se mueran", para mitigar de esta forma el dispendio que sobrelleva el Gobierno en las atenciones médicas. En Japón vive el centenario más viejo del orbe, Jiroemon Kimura, de 115 años (en la imagen).
"Sacadme de este agujero infernal" fue la última frase que pronunció Colín White, un jubilado de 73 años, internado en el Hospital Alexandra en la región de Redditch, cerca de Birmingham, en el interior de Inglaterra. Los cuidadores que debían vigilar su salubridad no le daban víveres ni agua. Le abandonaban la bandeja de comida fuera de su alcance, para que no se nutriese.
Colín es uno de los 38 asuntos que el diario The Sunday Times reveló para descubrir el maltrato al que fueron sometidos muchos pacientes ancianos, a lo largo de nueve añadas. El rotativo ratifica que el trato dado a los viejos había incumplido, totalmente, la ley.
Uno de los procesos más trágicos es el que sufrió un hombre de 84 años que se incorporó a la policlínica después de sobrellevar un grave tropezón. Los facultativos decidieron que debían auxiliarle para que se alimentara. Pero, a pesar de la imposición de los facultativos, el abuelo falleció dos meses más tarde. "Este suceso entra dentro de lo que se denomina maltrato institucional".
También, una longeva ingresó en el mismo hospital. Los cuidadores la abandonaron, durante once semanas, tendida en la misma camilla. Un desplome le había causado una hemiplejía en la mitad de su morfología y no podía valerse por sí misma. La octogenaria tuvo que esperar todo ese tiempo para bañarse. "Mi madre no quería que fuéramos a visitarla al policlínico, porque se avergonzaba de sí misma. Se sentía humillada por estar tumbada encima de sus propias heces". Una semana después de su primera ducha, cambió de centro sanitario. Allí padeció un ataque epiléptico y agonizó.
"El personal del hospital la trataron peor que a los animales. Infringieron algo tan elemental como son los derechos humanos".
El periódico asevera la "mala fama que suelen tener las residencias de ancianos, pero los hospitales tienen aún más bajo nivel en la atención geriátrica. No saben determinar el tipo de esquizofrenia o los cambios de postura de los dolientes. Por todo lo expuesto es imprescindible que existan unidades especializadas en cuidados paliativos".
Lo que sucedía en el Hospital Alexandra no pasaba inadvertido ya que los doctores se vieron apremiados para recetar agua para sus enfermos terminales. Muchos manifestaban peligrosos síntomas de deshidratación.
La denuncia, por el The Sunday Times, de todas estas vejaciones, ha agitado a toda Inglaterra.