Todos callan ante la voz del jefe máximo, Zapatero. No dicen que el rey va muy bien vestido, pero tampoco que el rey está desnudo. Callar para promocionar. Todos descuentan el cerrojazo de Zapatero. Incluso hacen apuestas con si el cierre será en uno, dos o tres años.
Hay quien dice que en el Ministerio de Industria no hay técnicos. Haberlos, como las meigas, haylos. Lo que pasa es que andan callados. Todos saben que para prosperar es mejor atenerse a lo que el poder diga. Y en esas están. Es verdad que no aplauden el cierre de Garoña, pero tampoco lo censuran. Ni palabra. Silenciar para promover.
Además, todos descuentan que Zapatero cerrará Garoña. Y eso que Zapatero no ha tomado ninguna decisión. Al menos en público. Incluso en el Ministerio circula una divertida quiniela en la que los técnicos apuestan si Zapatero echará el cierre en uno, dos o tres años.
La cosa no está fácil. Porque aunque Zapatero quisiera echar el cierre cuenta con la oposición de la misma ENDESA que no tiene capacidad para finiquitar la actividad con seguridad. Y luego están los sindicatos, que ya se han posicionado abiertamente a favor de la energía nuclear. La semana pasada volvieron a reiterar la necesidad de contar con energías fuertes, de base, que dieran suficiencia energética a nuestra industria y que resultaran baratas. Nucleares, vamos.
Pero Zapatero cree que puede hacer el gesto progre sin que le pase una factura demasiado elevada. Cree que puede hacerle un guiño a ERC e IU de cara a los presupuestos y que el coste sería de tan sólo 151 millones de euros, la indemnización por las inversiones realizadas. Falso. La factura sería mucho más generosa. Pero es que además, enviaría un mensaje muy errático al mercado: no vale con cumplir con el regulador si no estás cerca del poder. Un bajón en transparencia y seguridad jurídica que resulta el mejor antídoto de las inversiones. Exactamente lo contrario de lo que necesitamos.