Los funcionarios están muy molestos con la congelación de la oferta pública de empleo. Por supuesto porque eso significará que tendrán que trabajar lo mismo menos personas. Es decir, que tendrán que trabajar más. Pero los buenos funcionarios también se quejan. Porque la experiencia demuestra que cada vez que se congela la oferta pública de empleo, no se congelan las plantillas, sino que se contratan interinos que con el paso de los años se terminan estabilizando en sus puestos de trabajo y se convierten en personal laboral. No son funcionarios, no tienen plaza en propiedad, pero son igual de inmovibles y cuentan con los mismos privilegios. Moscosos incluidos.
La diferencia es que los funcionarios han entrado en la administración por medio de una oposición que iguala a todos y que selecciona con criterios objetivos. Los otros son nombrados a dedo y son carne de enchufismo. Así es como, por ejemplo, se ha compuesto la plantilla de la AECI. Y no es precisamente ejemplo de igualdad, mérito y capacidad. Así que la clave, argumentan, no está en establecer recortes en la contratación pública, sino en vigilar mejor el descomunal absentismo y en flexibilizar las plazas para que pueda haber movimiento de unos departamentos excedentarios a otros deficitarios.
Andrés Velázquez
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