Lo más peligroso no es que unos cuantos majaderos indignados pretendan tomar el Congreso. Eso es un problema policial que ayer y anteayer utilizaron con poca eficacia. ¿Policía dura? Policía demasiado blanda con estos sinvergüenzas que manipulan la penuria ajena. Oiga, y cuánta gente no tiene nada que hacer en España. Será el paro.

Lo más peligroso no es que los medios anglosajones -New York Times y Wall Street Journal, más las habituales andanadas de Financial Times- denigren la situación española con la imagen del personal husmeando en los cubos de basura (es verdad pero compararlos con la pobreza de los sin techo neoyorquinos esto es el jauja de la justicia social). No es más que el habitual odio anglosajón y calvinista a la Hispanidad católica a la que desprecia bajo el apodo de Latina.

Lo más peligroso no es que, justo en el momento en que la especulación financiera y la Europa insolidaria se haya cebado con España e Italia, el señorito Artur Mas y el señor Íñigo Urkullu se muestren tan solidarios que reclamen la independencia justamente ahora, cuando más falta hace la unidad. ¡Qué papelón el de Durán Lleida!

No, lo más peligroso no es eso. Creo que Dolores de Cospedal tiene mucha razón. Es verdad que la democracia debe renovarse para ser cada vez más democrática, es decir, para volver a su origen, pero lo de los revolucionarios del acoso al Congreso crearon la misma imagen, exactamente la misma, que la noche del 23-F. La única diferencia es que los acosadores, en lugar de soldados, eran milicianos. Y esto es lo más peligroso: estamos repitiendo, no el 23-F sino la II República que no sólo llevó a la Guerra Civil, la lucha entre las urnas y la calle tomadas por las turbas. Turbas, por lo demás, de extrema izquierda.

Y así, lo más peligroso es que Izquierda Unida, es decir, los comunistas, y el PSOE, es decir, los socialistas, pasen de las urnas a la calle, pasen del ejército y la policía mandados por un Gobierno, elegido en las urnas, al espíritu miliciano de yo impongo mi ley y, si la cosa marcha, más adelante, liquido al adversario de un tiro en la nuca.

De Cayo Lara se espera precisamente eso: es comunista y sigue buscando la revolución marxista, sólo que ahora aprovecha los medios que le ofrece la democracia para acelerar el triunfo en la calle, en la algarada callejera de los antisistema -insisto, los antisistema de hoy se han convertido en los milicianos revolucionarios de los años 30- y en los asaltos a supermercados de su correligionario Gordillo, lo que no se puede obtener en las urnas.

Pero lo más grave de todo es la actitud del PSOE de Rubalcaba, cuyos milicianos también provocaron la Guerra Civil. En pleno desafío independentista, Rubalcaba propone la España Federal. Oiga, no sé si la idea es buena o mala, pero ahora resulta de lo más inoportuno. El mismo partido que, con Zapatero en La Moncloa, hace un año, modificaba la Constitución junto al PP en sentido centralizador, pide ahora la España Federal.

Mire usted, la España no debe ser federal, porque no quiere ser federal. El federalismo no es querido por la inmensa mayoría de los españoles que se sienten eso: españoles. Y tampoco es querido por los nacionalistas vascos y catalanes porque no quieren federalismo sino independencia. La España federal no deja de ser un café para todos, que ya se demostró un fracaso porque la mayoría no quería café y los que pretendían cambiar el menú tampoco querían café, sino Brandy de 40 grados.

Y es que Alfredo Pérez Rubalcaba se apunta a todo: a las urnas y a las turbas. Que Rubalcaba apoye a los antisistema y denigre a la policía con tal de debilitar al Gobierno… eso sí es peligroso. Mucho más peligroso que el desafío nacionalista. La actitud del PSOE es lo que convierte una manifestación marginal en el embrión de un golpe de Estado… miliciano.

Y lo decimos en Hispanidad, que llevamos nueve meses dando palos a Rajoy por su política anticrisis, que no constituye otra cosa que la rendición de los españoles ante Berlín y ante la especulación financiera.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com