La OPA de la alemana E.ON sobre Endesa ha desatado las furias liberales. Los hay que son muy liberales y globales, sobre todo cuando se trata de fastidiar a un catalán. Porque los alemanes están allí lejos, pero a los catalanes los tenemos al lado. En cualquier caso, la OPA prusiana ha servido para que el nacionalismo económico vuelva a dividir a los partidarios de que Endesa acabe en manos de GN y a los que opinan que es mejor dársela a la germana E.ON. La postura de Hispanidad ha sido muy criticada, por los catalanes, que nos consideran muy pro-Endesa; por la City madrileña, que nos considera nacionalistas peligrosos, y hay quien nos ha calificado de xenófobos por nuestras críticas a la oferta de E.ON. Ante el aluvión supongo que es el momento de aclarar varias ideas, al menos a título personal, sobre el famoso nacionalismo económico.
1. La primera de todas es que a mí no me gusta ni GN ni Endesa ni E.ON. No me gustan las empresas grandes, porque lo grande es ingobernable y tiende al oligopolio, es decir, a la aristocracia económica, que es la que desde Adán y Eva hasta nuestros días ha fastidiado a los impecunes. A mí lo que me gustan son las PYMES, por lo que aborrezco el proceso de concentración industrial, en el que cada vez menos compañías ocupan más y mandan más, la más de las veces de forma abusiva.
Pienso, como Chesterton, que si una empresa crece en exceso lo que hay que hacer es freírla a impuestos hasta que vuelve a ser pequeña, mediana como mucho. Lo grande es ingobernable, lo pequeño es hermoso.
2. Lo de las sinergias y la masa critica sólo es necesario en determinados sectores, especialmente en infraestructuras y servicios básicos. Por decirlo de alguna manera: el AVE-Madrid-Barcelona no puede hacerlo una empresa pequeña. Es sorprendente que en este punto, los liberales no estén dispuestos a realizar determinadas infraestructuras, como por ejemplo la vía férrea de altas prestaciones. Prefieren que el riesgo sea asumido por el Estado, es decir, por el conjunto de los ciudadanos, mientras ellos funcionan a precio asegurado, por contrata. Un dato, salvo la telefonía móvil y poco más, ha sido el Estado quien hasta ahora ha realizado las infraestructuras. La iniciativa privada sólo las ha usufructuado con la garantía de unas tarifas adecuadas.
Y aquí entramos en una de las ventajas de mantener en manos españolas, en manso indígenas, cualquier gran empresa de infraestructuras. Por ejemplo, Endesa. Preguntémonos lo siguiente: cuando el consejero andaluz de infraestructuras, o similar, se dirija a Endesa para exigirle que mejore la red de abastecimiento e invierta en la reducción del tiempo de apagones, ¿cree usted que tendrá más éxito si el mandamás de Endesa es el español Pizarro o si es el alemán Wulf Bernotat? En el segundo caso, ¿cree usted que se le pondrá al teléfono?
Y si los sindicatos de Endesa protestan contra una reducción excesiva de personal para mejorar la cotización bursátil ante la sala del Consejo de administración de la compañía, ¿tendrán más éxito si esa sala se encuentra ubicada en el IFEMA madrileño o en Düsseldorf?
3. Reciprocidad. Principio básico para levantar las fronteras a la inversión. Por ejemplo, ¿Qué hace Francia en el sector energético? No liberaliza ni privatiza. EDF es un departamento del Ministerio de Industria francés. Su calificación crediticia de riesgo (riesgo legal) es estupenda: es la de la deuda soberana francesa. Ser rentable le importa poco : lo que le importa es expandirse, y paga por otras empresas extranjeras lo que no pueden pagar los privados: ellos sí que tienen que dar cuenta a sus accionistas.
Italia: Bueno, sí, están liberalizando .tan lentamente como en España- pero el Gobierno italiano, por si acaso, sigue controlando más del 30% de la petrolera ENI y de la eléctrica ENEL, que han entrado en España en tromba, incluso protegidos por el Estado (Viesgo) mientras en Italia a Endesa le dejaron las migajas tras un pacto EDF-Gobierno.
Alemania: liberaliza y privatiza, no tanto como España, pero bueno. Ahora bien, la privatización alemana tiene trampa: no son empresas estatales, pero sí empresas participadas por los lander, verdaderos institutos nacionales de industria germanos. Y ninguna pega para gestionar, por ejemplo, E.ON y Rhurgas, a pesar de que las autoridades pro-competencia están en contra.
Reino Unido y Estados Unidos. Oiga, aquí sí se puede hablar de liberalismo. Bueno, hasta cierto punto. Son los dos países que juegan a la globalización total, pero la cosa tiene trampa. En efecto, controlan los fondos de inversión colectiva, los fondos de pensiones y los fondos de capital riesgo. En otras palabras, controlan los instrumentos que controlan las grandes empresas de todo el mundo. Por cierto, los fondos son los instrumentos menos democráticos que existen, donde unos gestores controlan el ahorro de millones de personas. Son, además, tremendamente especuladores, porque lo único que desean es la mayor ganancia en el más corto espacio de tiempo. O sea, lo ideal para mantener un tejido industrial productivo, di que sí.
Claro que británicos y norteamericanos están a favor de la globalización, no como germanos, franceses o italianos: ¡como que son ellos los que acogen el ahorro mundial!
4. Competencia. Como todo en Occidente se hace en favor del consumidor -y no del ciudadano- resulta que en materia de infraestructura se habla del liberalización para justificar cualquier operación, sea la OPA de Gas Natural o la de E.ON. Pero hombre, ¿de qué liberalización estamos hablando cuando la tarifa, el precio, es decir, lo más importante, de la energía la marca el Gobierno? ¿Liberalizamos la tarifa? Espléndido, sí señor, eso es precisamente lo que quieren los endesas, iberdrolas o fenosas, las grandes corporaciones, porque en materia de servicios básicos, liberalización es igual a inflación.
5. ¿De que globalización hablamos? Los liberales defensores de la OPA de E.ON dicen que deben ser las fronteras: libre circulación de capitales, bienes y servicios para todos. De productos y de capitales sí, hemos avanzado mucho, pero en liberalización del otro factor de la producción, del siempre olvidado, del factor trabajo, es decir, los empleados, nasti de plasti, que diría un castizo. El día en que Alemania no ponga pega alguna para que médicos, periodistas, abogados, profesores, enfermeras, arquitectos, torneros y barrenderos españoles, o hispanoamericanos, trabajen en Alemania, con mucho gusto le haremos la ola a la OPA de E.ON. De trabajadores del Tercer Mundo, mejor no hablar.
6. El factor clave de la economía occidental actual es la deslocalización. Los oligopolios industriales trasladan al Tercer Mundo ahora, en Europa, a los nuevos miembros de la Unión Europea-. Para pagar salarios menores. Así, las inversiones extranjeras en España, también las alemanas, han caído en picado, no porque tengamos mano de obra menos cualificada que en Polonia, sino porque en Polonia cobran a poco menos de la mitad que en España. Por eso, todos los Gobiernos tratan de mantener el poder de decisión de sus empresas dentro del territorio nacional. Así pueden exprimirlas a gusto. Y no se me diga que existe unidad salarial en la Europa de los 15 porque me da la risa: en España se cobra poco menos del 60% que en Alemania y poco menos del 50% que en Dinamarca. No olvidemos que la igualdad de los desiguales es otra desigualdad.
7. (Quizás el elemento más importante). ¿Alguien ha pensado en que el problema económico del mundo actual es la sobreproducción? No sufrimos de penuria, sino de stock, el problema económico del siglo XXI, fenómeno novedoso en la historia, no es que nos falte algo sino que nos sobra de todo. Y esa sobranza provoca holganza, es decir, desempleo. Nos sobran alimentos, y en la avanzada Europa pagamos subvenciones a los agricultores, no a pesar que produzcan, sino para que no produzcan. La industria de la automoción es muy representativa: el oligopolio de grandes productores está reduciendo plantilla y cerrando factorías porque no venden los automóviles que producen. El sector vive un proceso de concentración acelerada de marcas. Pues buen, a la hora de reducir capacidad productiva, los Gobiernos se pelean por tener las centrales de las grandes marcas en su territorio. Y así, mientras la alemana Volkswagen jibariza SEAT, mantiene un pulso con el gobierno alemán para que no cierre factorías en aquel país, que por algo son alemanes.
Conclusión. Una cosa es ser liberal, y otra es ser medio lelo. Sírvanse distinguir. Cuando se solucionen estos pequeños trámites, yo también aplaudiré a la OPA de E.ON. En el entretanto, permítaseme manifestar estas pequeñas reticencias.
Eulogio López