Pero surge el mutante. Uno de ellos -¡Pardiez, cuánta osadía!-, se apunta a la disidencia, y osa afirmar que no le gusta que la eléctrica más ineficiente de Europa, departamento de un Ministerio de Silvio Berlusconi, se haga con Endesa. Alega -¡excusas!- que en Europa tiene ventaja aquellos países que, como Francia. Han optado por la empresa pública. El chaparrón le cae de inmediato: nacionalistas, proteccionistas... en pleno siglo XXI. Una de las periodistas presentes, especialmente pedante, asegura que la Unión Europea prohíbe discriminar a la empresa pública, que es algo parecido a asegurar que no se puede discriminar a los varones por el hecho de ser violadores de mujeres.
La pedante, apoyada por un segundo no menos artificial, insiste en el planteamiento: la UE no permite tal discriminación, es decir, que las opiniones de ese desastre llamado Bruselas son, al parecer, canónicas. Si lo dice Bruselas no hay más que hablar. Y así, italianos y franceses han aprendido la lección: ni liberalizan ni privatizan, y si liberalizan, al menos no privatizan. Así tiran con pólvora del rey y se van comiendo a empresas privada mucho más eficientes, que han salido adelante, en ocasiones, con muchos sacrificios por parte de los trabajadores.
Y por eso no pasa nada cuando Francia, a quien defiende Bruselas, por lo que no hay nada más que hablar, ofrece ayudas públicas a sus empresas de automoción, la única condición de que no despedían a trabajadores en Francia si no, por ejemplo, en España. Y Alemania. Que ya cometió el error de privatizar, se dedica a poner todo tipo de impedimentos a quienes se pretendan hacer con algún motor de la economía alemana, llámese Volkswagen, Siemens o Deutsche Bank.
Es decir, que gracias a la pedantería progre-liberal, España está haciendo en Europa el papel de imbécil contento con su suerte. El mismísimo Zapatero, que tantos esfuerzos hizo para librar a Endesa de las garras privadas alemanas, terminó colocando a las garras públicas italianas. Y ahora, claro, se nos ha vuelto liberal. El mismo espíritu de libertad llevó a permitir que los Entrecanales -patriotas liberales donde los haya- dieran un pelotazo -apalancado, por supuesto- y colaboraran en el troceo de la compañía.
Naturalmente, nuestros tertulianos aplauden, sin solución de continuidad, se muestran serios y responsables a la hora de apoyar que el Estado salve a los bancos de la quiebra. Uno diría que un buen liberal apostaría por la quiebra de los bancos malos y por no extorsionar a la ciudadanía para que pague los palos rotos por los banqueros. Pues al parecer no. Al parecer, lo liberal, según la estupidez progre española, consiste en aplaudir -por sensatos y obra de un buen gobernante- los planes de salvamento de Obama, Merkel, Brown o Zapatero. De este modo, lograremos reproducir un esquema tan liberal como el siguiente: los banqueros se quedan con las empresas que no pagan y el Estado se queda con los bancos.
No sé si nos estamos volviendo liberales o idiotas, pero es posible que ambas condiciones se hagan compatibles y complementarias. Todo sea por la lucha contra el proteccionismo y el nacionalismo económicos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com