La ley que equipara los matrimonios naturales a las uniones de personas del mismo sexo es injusta y desacertada.
Desacertada porque va contra el parecer de la mayoría de los españoles Según el Instituto Nacional de Estadística, las parejas homosexuales en España son diez mil (Periódico ALBA del 24-30 de junio, pg 6). Pero la gran mayoría de los españoles no aprueba esta ley.
Esto se ha visto en la manifestación de UN MILLÓN Y MEDIO de personas (como se comprueba por las fotos aéreas) y OTRO MILLÓN de firmas (LA VOZ DE CÁDIZ del 30 de junio, pg 33); y el parecer de organismos muy competentes como son el Senado, el Consejo de Estado, el Consejo General del Poder Judicial, la Academia de Jurisprudencia y a Conferencia Episcopal Española. Y ha tenido en contra la mitad del Congreso de los Diputados, pues ha salido con sólo cuarenta votos de diferencia: 147 en contra y 187 a favor (DIARIO DE CÁDIZ del 1º de julio, pg.52).
Un margen tan pequeño para una ley tan importante demuestra que se trata de una concesión a grupos minoritarios de presión.
Pero además es injusta. Tan injusto es tratar de modo diferente a dos cosas iguales, como tratar igual a dos cosas diferentes. No pueden tener el mismo tratamiento jurídico dos realidades diferentes. Como ha dicho con gracia el P. Rivilla: dos tuercas o dos tornillos no sirven lo mismo que una tuerca y un tornillo.
El matrimonio, desde Adán y Eva hasta nuestros días, está constituido por un hombre y una mujer. Las leyes humanas no pueden cambiar la naturaleza de las cosas. Aunque el gobierno haga una ley permitiendo volar a los burros, no por eso a los burros les saldrán alas. Es absurdo legislar contra la naturaleza.
Los homosexuales tienen derecho a que se les respete como ciudadanos (Seguridad Social, jubilaciones, pensiones, etc.); pero no tienen derecho a apropiarse de lo que no les pertenece.
Como el niño que en el parque quiere apropiarse de un juguete que no es suyo.
Negarles lo que no les pertenece no es discriminarlos.
Lo mismo que no es discriminar al cleptómano si se le impide robar. Lo que pretenden es un abuso.
Dar a las uniones homosexuales los mismos derechos que al matrimonio, ha dicho la Conferencia Episcopal Española, es tan funesto como dar curso legal a una moneda falsa.
Llamar intolerantes a los que no aceptan esta igualdad es como llamar intolerantes a los que no aceptan el error de que la Tierra es plana o que el agua se solidifica a los cien grados centígrados.
Si hoy los homosexuales logran su deseo, mañana los bisexuales pueden lograr que se les permitan dos matrimonios simultáneamente.
Si la norma es «TODO VALE», ¿también la zoofilia y la antropofagia?
¿También se pueda aceptar que un hombre quiera casarse con su gata o con una gallina?
¿O que uno se coma a un amigo que ha matado, descuartizado y conservado en su frigorífico? Esto ha ocurrido en Cádiz.
Y otro disparate es dejarles adoptar niños. Esos niños quedarán traumatizados cuando vean que todos sus amigos tienen padre y madre, pero ellos son unos raros. Los psicólogos hablan de los daños que sufrirán esos niños. Además las estadísticas hablan de que las parejas homosexuales son muy inestables. Con facilidad cambian de pareja. ¿Cuántos padres y madres van a tener esos niños?
Según la Dra. Judith A. Reisman, ex profesora de investigación de la American University, en el estudio científico Crafting Gay Children, afirma que los pederastas heterosexuales son el 9% mientras que los pederastas homosexuales llegan al 60%, según Psychiatric Journal, University of Ottawa, J. W. Bradford et al., 1988.
(INTERNET: Boletín HISPANIDAD, 3-VI-2005).
¡Pobres niños!
La adopción debe buscar el bien de los niños, no los deseos de los adoptantes.
JORGE LORING, S.I.
Web: www.arconet.es/loring