La subcontratación precariza el empleo y erosiona los servicios

 

Facturas del operador dominante sustraídas en contra de la voluntad del cliente, falsificación de la firma del titular e intento de cobro de servicios no demandados ni utilizados. Esta es la crónica del resultado de una subcontratación absurda, que precariza el empleo y erosiona gravemente la calidad del servicio y la imagen de marca.

 

A finales de julio, un empleado de la subcontrata A&T acude al domicilio, ubicado en la madrileña zona de Avenida de América, de HPV, una anciana de 82 años iletrada que padece de tensión alta. El comercial le ofrece los servicios de Uni2 France Telecom, que son rechazados por HPV, acostumbrada a Telefónica y recelosa a su edad de cualquier tipo de cambio. Ante la insistencia del comercial, HPV le advierte, además, que ella no es la titular y que, por tanto, no puede tomar decisiones.

 

Pero el comercial no tira la toalla. Necesita llevarse un contrato para cumplir objetivos, así que opta por pedirle a la anciana su última factura de Telefónica. La señora se lo da, pero cuando observa que el comercial se lo guarda en la carpeta, le advierte que no desea que se lo lleve. El empleado de A&T hace caso omiso, sonríe y le dice: "No se preocupe, llevo muchos. Muchas gracias". Agarra el ascensor y se marcha. Ya tenía su contrato.

 

La anciana entra en una profunda depresión por haber entregado y perdido un papel a un extraño. Teme que el titular del contrato, ALB, abogado jubilado, vaya a molestarse por su imprudencia. Cosas de mayores. Mientras tanto, el comercial acude a la oficina, comprueba que ALB es, además, titular de otras dos líneas y aprovecha para mudar los tres contratos a Uni2 France Telecom con una firma falsificada. Había "conseguido" tres contratos con una "gestión" y, por tanto, cobraría una comisión triple.

 

Advertido ALB del fraude, acude a su banco para impedir el cobro e informa a Uni2 su nula voluntad de contratar. A&T tuvo mala suerte porque ALB es de esos abogados dispuestos a pleitear hasta el final antes de ver pisoteada la Justicia. No soporta el fraude. Pero soporta peor observar cómo HPV con la que vive sufre una grave depresión como consecuencia de un capitalismo salvaje.

 

France Telecom ha tenido mala suerte con este caso. Porque, probablemente, otros muchos callarán y aceptarán el nuevo contrato que, al fin y al cabo, ofrece precios mejores que los de Telefónica. Pero ALP no desea mejorar la eficiencia de sus facturas telefónicas. Le importa más la manera fraudulenta con la que se han realizado los tres contratos.

 

Así que el pasado 9 de agosto acudió a las oficinas de Uni2 France Telecom en la madrileña calle de Alcalá, 506, donde le facilitaron copia de sus tres contratos con la firma falsificada, "extremo muy grave en las relaciones jurídico mercantiles", señala. Anuncia a la compañía que está evaluando los daños causados reservándose las acciones legales pertinentes.

 

El caso sería una anécdota, si fuera el único. Pero no lo es. En las oficinas de Uni2 France Telecom le informan de que "se están produciendo muchos casos como el suyo". O sea, que el contrato fraudulento podría haberse convertido en una práctica habitual. En Uni2 fueron muy correctos. Pero deberían saber que son responsables de las actividades de sus subcontratas. Y, por tanto, deberán afrontar las responsabilidades de los casos que se presenten.

 

Pero, sobre todo, deberán afrontar la pérdida de imagen que supone semejante práctica comercial. Deberán anotar en su haber los daños que un cliente descontento genera sobre su entorno. Todo este "pasivo" probablemente no estaba contemplado en la relación con la subcontrata. Pero debería. Porque la moda de subcontratar el corazón del negocio, además de precarizar el empleo, termina comiéndose el activo más prestigioso de toda compañía: la confianza.