Lo que a uno le pide el cuerpo es que el presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, dimita de inmediato por haber triplicado el sueldo de su novia. A fin de cuentas, estamos hablando del segundo del Pentágono cuando comenzó la espantosa guerra de Iraq, una guerra que me importa un pimiento que sea legal o ilegal (todavía no sé lo que significan esos conceptos, y no lo sabré mientras el derecho internacional tenga más de internacional que de derecho), pero sí sé que era una guerra injusta, lo más parecido a la apertura de la Caja de Pandora.

Wolfowitz no sólo pergeñó una guerra injusta sino que además, la pergeñó rematadamente mal. Tras Irak ya estamos preparados para escribir el manual titulado: Cómo derrocar a un tirano identificado sin provocar la aparición de ocho déspotas ilocalizables. En Iraq todo se hizo al revés: la población odia más al liberador que al opresor, pagaron inocentes por culpables, se arrasó lo que había sin tener previsto el recambio. En fin, un desastre.

Por lo demás no me atraen, lo que se dice nada, los neocon. El único neocon al que considera en algo es al presunto jefe de todos, el tal George Bush. Al menos, el presidente mantiene una serie de principios en los que cree, como el derecho a la vida, aunque no se atreva a aplicarlo.

Dicho esto, algo me huele mal en la insistencia del Nuevo Orden Mundial en cargarse al presidente del asimismo mundial BM.

Por ejemplo, me asombra que no se hable de su par, o algo más que par, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, que no es neocon sino un centro-reformista pata-negra. Lo digo porque el ex vicepresidente del Gobierno español no le ha subido el sueldo a su novia sino que, con el apoyo entusiasta del ministro socialistas de Exteriores (nosotros, los poderosos, como los bomberos, nunca nos pisamos la manguera) tiene pendiente el caso Aguas de Fuensanta, en el que presuntamente, don Emilio Botín, un banquero por encima de las ideologías, capaz de otorgar y recibir favores tanto de la derecha como de la izquierda política –lo cual demuestra su mente abierta y su carácter pluralista- presuntamente le otorgó a la familia Rato 6 millones de euros para que, no sólo se librara del pequeño problema de Aguas sino que, además, los Rato, siempre presuntamente, obtuvieran algún rédito de tan frustrada aventura empresarial. Algo que no puede decir el resto de los accionistas.

Pues bien, el caso Aguas de Fuensanta está paralizado porque el juez que con meridiana claridad vio el indicio de delito, ha sido mareado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, que se niega a certificarle la condición diplomática de don Rodrigo Rato, ardua tarea que Miguel Ángel Moratinos, no se anima a encargar. La cosa está ya en la Audiencia, que topa con el mismo problema: la titánica dificultad de saber cuál es la condición diplomática del director gerente del FMI. ¿Por qué Moratinos apoya a Rato? Muy sencillo: Rato es un centro-reformista, un hombre de derechas admitido por el progresismo (de izquierda y de derechas). Recuerden si no, que Rato es intocable en el Grupo Polanco.

Por cierto, me comentan que quien apoya con más entusiasmo el cese de Wolfowitz es la vicepresidente del Banco Mundial, responsable de Asuntos Jurídicos, Ana de Palacio, compañera de Gabinete de don Rodrigo Rato

Y es que la nueva moral del Nuevo Orden es muy chistosa. Así. El CEO de BP ha dimitido porque su amante homo se ha ido corriendo a la prensa para contar las intimidades de lo que el diario Expansión, políticamente correcto, especialmente desde que lo ha comprado El Mundo, califica como "relación personal", y que no es otra cosa que eso que están ustedes pensando: una relación homosexual.

Dice John Browne (lord John Browne) que él no dimite por "la relación", sino por su publicación en prensa, y que niega que utilizara medios de BP a favor de su amante, el delator.

Ahora bien, si la relación homosexual es tan estupenda: ¿por qué teme que se publique en prensa? Y la prensa económica, tan políticamente correcta, ¿por qué comete la maliciosa ingenuidad –no, no es una contradicción- de invocar atentados tan graves contra el Gobierno corporativo de la ilustre multinacional petrolera como el de que el amante, el de la relación, utilizara el teléfono de la empresa de su amante, el CEO-lord de lo que antaño fuera British Petroleum? ¿Tanto llamaba por teléfono el susodicho amante, canadiense por más señas, que provoca un incremento de actos en la segunda multinacional petrolera del planeta?

Pues miren, no. Wolfowitz probablemente tendrá que dimitir porque la nueva moral del Nuevo Orden le considera un peligroso neocon que debe ser eliminado, no porque le subiera el sueldo a su novia, sino porque el enemigo del Nuevo Orden no es otro que el pato-cojo norteamericano, el señor Bush.

O sea, que más que de nueva moral hay que hablar de nueva hipocresía.

Eulogio López