Tras el editorial sobre el Papa Bono (que no el Papa Bueno) algunos lectores de Hispanidad me preguntan qué es el Nuevo Orden Mundial, que servidor, periodista devoto de las siglas, ha bautizado, con cierta osadía, como NOM. Intentaré explicarme. El Nuevo Orden Mundial es viejo como el mundo, y siempre ha tenido el mismo objetivo: acabar con la Cristiandad. En cada época adopta fórmulas distintas, pero el objetivo no varía. Ahora mismo, adopta la forma utilizada por el ex ministro José Bono en su discurso-oración-sermón-conferencia-mitin de la Mezquita de Manresa: señores no hay diferencias entre religiones, credos o filosofías. La fraternidad universal está por encima de nuestras prosaicas creencias. Paz, hermanos, y mucha, mucha hermandad entre todos los hombres. ¿Cristo? Un gran hombre, sin duda. Y un gran amante de la paz, no lo olvidemos. ¡Oh, seamos tolerantes! No nos importa que los cristianos crean que aquel gran hombre de Nazaret era hijo Dios. Su mensaje es hermoso y magnífico. Incluso, bien pensado, ¿no podemos considerar la posibilidad de que fue él el primero en hacerse Dios, porque, en el fondo, todos los hombres somos dioses?
Ahora bien, o Cristo era el Dios único o era el más miserable de los hombres. No hay término medio. Un personaje que exige adoración o muerte, o, en palabras del teólogo Romano Guardini (La esencia del Cristianismo), "Jesús exige explícitamente que los hombres le sigan. Que le sigan, no en el sentido de estar dispuestos a reconocer como ejemplar su figura de maestro, sino en el sentido mucho más profundo de ‘negarse a sí mismo'". Ningún tirano, desde Atila a Hitler, ha exigido tanto.
Cristo no pretende ser un profeta, sino mucho más: exige convertirse en el criterio y motivo de la conducta del hombre. Guardini recuerda las veces en que sus mandatos y proposiciones terminan en un "por mí": "Dichoso vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía", "seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa", "el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará", "todos os odiarán por causa mía", "Seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa", etc.
Y remacha Guardini: "No se dice, pues, ‘por la salvación', ‘por la verdad', ‘por Dios', ni tan siquiera ‘por el Padre', todo lo cual parecería natural dentro del sentido general del mensaje de Jesús, sino que el motivo vivo en el comportamiento religioso cristiano es Jesús mismo".
Pues bien, todo el empeño del NOM consiste en negar esta evidencia: Cristo es un gran hombre, un profeta, un pastor… como tantos otros pastores que han existido. No: es el único Dios o es el peor de los canallas y el más ensoberbecido de los ególatras. Insisto: la historia del NOM es la historia de la negación de esta evidencia. Por eso, el gran enemigo de la Iglesia no es otro que el sincretismo.
Para esta equiparación se juega con una idea luminosa: las de "las religiones". Veamos: el Cristianismo no es una religión ni una moral. Los cristianos no creemos en una idea, ni en un sistema de valores, ni en una moral, ni en una filosofía: creemos en un hombre, nacido hace 21 siglos en Palestina. Lo único que tenemos en común con las otras "religiones" es que creemos. Pero Guardini lo vuelve a explicar mejor que yo: "No hay ninguna determinación abstracta de esta esencia (la esencia del Cristianismo). No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa ni ningún orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es Él mismo, lo que a través de Él llega al hombre y la relación que, a través de Él, pueda mantener el hombre con Dios".
Cristo se distingue del resto de los maestros morales en que ninguno se ha atrevido a calificarse de Dios. Él sí, y reiteradamente. Y la muestra más radical de esta osadía infinita es que también es el único que en su empeño por que nos identifiquemos con Él, que no con su doctrina –mero derivado de su persona- se convierte en pan para que le deglutamos y hacerse cuerpo con nuestro cuerpo y espíritu con nuestro espíritu. La locura del endiosamiento de un artesano del siglo primero tiene su colofón en la archilocura de la Eucaristía. O milagro o demencia: no caben más alternativas.
Insisto: los hombres, ejércitos, movimientos, ideologías y países que han pretendido destruir la Iglesia no sólo no han fracasado, sino que la han robustecido, porque la Iglesia (Irlanda, Polonia, la España de la Guerra Civil) siempre sale fortalecida de la persecución. El peor enemigo es el NOM, el que no quiere destruir la Iglesia, sino conquistarla, a costa de introducirla en un magma de iguales. La multiculturalidad, la Carta de la Tierra, el eco-panteísmo, la globalización –la de los ricos y la de los pobres- todas y cada una de las corrientes sociales en boga, todo lo políticamente correcto, no quieren conquistar a la Iglesia, quieren dialogar y consensuar con ella. No podemos. Tenemos un Dios celoso, que exige la absorción –libérrima, pero absorción- que no se comparte, ni pacta ni consensúa. Exige lo mismo que ofrece: todo. Por eso, es posible el acuerdo entre cualquier credo y cualquier ateísmo, entre cualquier ideología y cualquier iglesia, pero nunca con el Cristianismo. Quienes acusan al Cristianismo de intolerante y de explosivo tiene toda la razón: lo es. Afiliarse, no a una bandera, sino a una persona, sólo lo puede hacer una especie atrabiliaria: la humana.
Posdata: Y quien piense que todo lo anterior es una interesante divagación teológica, que nada tiene que ver con la política internacional, la economía, el arte y la cultura de 2007, me temo que no ha entendido nada. En cualquier caso, vigilen al Papa Bono.
Eulogio López