El Congreso de los Diputados aprueba hoy jueves la ley de aborto del brillante ZP y su profunda ministra de Igualdad, Bibiana Aído.

Quien peor ha quedado ha sido el Partido Popular, con su obsesión por distinguir entre la buena ley, la de Felipe González en 1985 -sólo para justificar que ellos no la abolieron durante los ocho años de Aznar- y la mala, la de ZP, la de 2009.

La gran confusión del proceso que estamos viviendo es pensar que el aborto no es más que un homicidio perpetrado sobre un ser inocente e indefenso -que lo es-. No, el aborto -también el aborto químico- es además, lo que puede acabar con la raza humana. Chesterton aseguraba que no es el control de natalidad -entonces empezaba-, no es más que la supresión de la natalidad por ausencia de todo tipo de control. Y ya hace muchas décadas se dio cuenta de cuál era la etapa final de un proceso que Juan Pablo II calificó como conjura contra la vida. Lo explicaremos con las propias palabras del periodista británico: El hedor del paganismo decadente no era tan malo como el del cristianismo decadente... los hombres se revolcaron en la mera sexualidad de una mitología del sexo; organizaron la prostitución como un sacerdocio al servicio de los templos, hicieron de la pornografía su única poesía, exhibieron emblemas que convirtieron hasta la arquitectura en una especie de frío y colosal modo de exhibicionismo.

Pero, todo este pecado antiguo era infinitamente mejor, incomparablemente mejor, que el pecado moderno. Todos los que han escrito sobre ello están de acuerdo en una cosa: era el culto a la fertilidad. Por desgracia, demasiado a menudo estaba mezclado con el culto a la fertilidad de la naturaleza, pero al menos estaba del lado de la naturaleza, estaba del lado de la vida... Ha correspondido a los últimos modernistas la proclamación de una religión erótica que a la vez exalta la lujuria y prohíbe la fertilidad.

Y así hemos llegado al sexo sin concepción y a la concepción sin sexo, mientras la raza humana se ve desposeída de uno de sus más egregios elementos: el de participar en la eterna creación del mundo.

La ley del aborto, al igual que la utilización científica de embriones o la PDD, o los anticonceptivos abortivos son, además de homicidas, un suicidio colectivo una despersonalización del hombre y un agotamiento de la sociedad. En eso estamos en la sociedad desmayada.

Eulogio López

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