Aprovechando la moda al uso de que los medios de comunicación se inclinen por un candidato, servidor no quiere ser menos: si fuera norteamericano, votaría por Bush, aunque creo que el ganador será el demócrata Kerry.
Y creo que ganará Kerry (espero que dentro de 24 horas, en la próxima edición, tenga que pronunciar esas palabras tan bonitas: Lo siento, me equivoqué) porque contra Bush está todo el mundo. Por todo el mundo hay que entender, una vez más, no toda la humanidad, sino los dueños del poder y la influencia: políticos europeos, multimillonarios (que sienten las llamadas de la sangre, y saben que Kerry, y su segunda esposa, pertenecen al selecto club de los millonarios de verdad), famosos, el mundo del cine, los intelectuales orgánicos y, sobre todo, los editores y directores de medios informativos. En pocas palabras, la opinión publicada, que, a día de hoy, es la generación de los progresistas ricos es la que quiere despedir a Bush, y tienen tal capacidad para lavarle el cerebro a la humanidad, indefensa ante su aluvión informativo, que me temo que, en efecto, Kerry ganará las elecciones norteamericanas.
¿Por la guerra de Iraq? ¡Anda ya! Como cada segundo nace un ingenuo, es probable que todavía haya quien considere que un John kerry en la Casa Blanca va a cambiar la guerra de Iraq y la difícil situación geoestratégica mundial, después del tremendo error de Bush de iniciar una guerra injusta.
Pero lo peor no es que la nueva clase dirigente mundial, el relativista rico, es que ha impuesto el esnobismo del que es heredero. Ya saben: un snob es aquel que no muestra interés ni curiosidad por nadie, un ser cuyo odio es tan gélido como sus pasiones, quiero decir, que hemos inventado la democracia del odio. En todo Occidente, el progresismo esnobista ha provocado que no se vote por algo o por alguien, sino contra algo y contra alguien. Porque, en serio, ¿puede John Kerry levantar pasiones ideológicas hasta en el Medio Oeste más profundo? No, de la misma forma que la gente no votó el 14 de marzo a favor de Zapatero sino en contra de su odiado Aznar, en Estados Unidos, creo, no van a votar a favor de Kerry sino para fastidiar a Bush.
Y lo de la guerra de Iraq, insisto, es sólo un señuelo. No odian a Bush porque comenzara esa guerra (un año antes había comenzado la de Afganistán y nadie abrió la boca), sino por ser un hombre que, con todos sus errores, posee una serie de principios. Bush tiene un vicepresidente, Dick Cheney, con una hija lesbiana, que se enorgullece de ello y que incluso dirige la campaña electoral de su padre, pero eso no quita que pretenda reformar la Constitución americana para decir algo tan simple como esto : el matrimonio es una institución formada por un hombre y una mujer. Y Bush es el primero que ha dado un paso atrás en el siniestro plano inclinado del aborto, con la supresión del aborto por parto parcial (por ahorcamiento, en una palabra, decapitando al feto). Insisto, el primer paso atrás en 30 años de historia abortera (sí, el aborto es de anteayer y confío en que la infamia termine pasado mañana).
Estas reformas morales son las que el imperio de la muerte, el lobby feminista (cada día más lesbiánico y cada día más próximo a su mito, la sociedad de las amazonas), la oligarquía mediática y la plutocracia progresista no pueden soportar de Bush. Lo de la guerra de Iraq es una mera excusa. La única razón lógica en un mundo de sinrazones.
Así que creo que va a ganar Kerry. Y creo que Ben Laden, en contra de lo que afirman los amigos de la recontraenjundia y de los argumentos retorcidos como una viruta, se alegrará del triunfo del candidato demócrata. Un poco ingenuamente, sí, porque de hecho poco cambiará. Lo que cambiará si gana Kerry es que el desprecio a la vida humana seguirá acampando a sus anchas por Estados Unidos, pero en Iraq todo continuará igual.
Además, hay otra razón para apoyar a Bush. Todo aquel que tiene un altavoz, es decir, todos los poderosos apoyan a Kerry. No renunciemos a la peculiaridad
Pero igualmente grave es que ya no se vota a favor de algo sino en contra de alguien. Y hasta con saña. Es la democracia del odio o la democracia de Michael Moore. Pero aún tengo esperanza de equivocarme.
Eulogio López