Pero aún llega a más la nueva presidenta de los patronos italianos, cuando afirma que junto a los lobbies, la otra barrera que dificulta el progreso es "un sistema electoral que dificulta la gobernabilidad". Es curioso este planteamiento, muy habitual en Occidente, donde la eficiencia prima sobre la democracia. Porque lo que está solicitando Marcegaglia es que las minorías queden excluidas de la política, o se conviertan en marginales anti-parlamentarios. Precisamente, si algo bueno tienen los sistemas como el italiano o el israelí es que las minorías cuentan, y por eso se hace necesario las alianzas.
Doña Emma advierte que no se hacen las reformas necesarias porque "son impopulares". La pregunta es: Y si son impopulares, ¿seguro que son buenas reformas?
Por cierto, las declaraciones de Emma Marcegaglia dan razón de la bronca que mantienen el presidente de la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán, y su secretario general, Juan Jiménez Aguilar. El primero se ocupa de las grandes empresas, el segundo de las pequeñas, siendo que un gran empresario se diferencia más de un pequeño empresario que de un trabajador o un sindicalista. Está claro que nunca se entenderán.
No es ajena a esta cuestión los llamamientos del FMI, el propio BCE y otras instituciones, en el sentido de que, ante todo, hay que salvar el sistema financiero, es decir, a las firmas bancarias y bursátiles. Es decir hay que salvar a unos bancos, sobre todo los bancos de inversión y las formas de intermediación bursátil, que son los que han propiciado la crisis, dejando a su suerte a quienes la padecen: el conjunto de los ciudadanos. Al final es siempre lo mismo: la lucha de los grandes contra los pequeños.
La crisis es económica, en concreto, crisis de confianza provocada por el exceso de especulación de los mercados financieros, pero los razonamientos con los que se aborda no son económicos, son, sencillamente, razonamientos de chiflados.